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lunes, 2 de marzo de 2015

UNA SALIDA A MARCAR POZOS..

  Desde varios sitios me han hablado de la necesidad que tienen de agua, pero nadie me ha propuesto venir a marcar un pozo hasta ahora si no es Pepe, el cura mejicano que está en Mange Bureh. Ese es el nombre de un pueblo que ni siquiera encontré en internet, pero que existe, porque he estado allí el lunes por la tarde y el martes por la mañana.
       Nos puso en comunicación Coco, el cooperante que está ayudando a los que están en cuarentena a causa del éboa, pues suele pasar de vez en cuando por su parroquia y le dije que estaba disponible, que bastaba que nos pusiéramos de acuerdo y que aparecería por allí sin tardar.
        Un día me llamó y quedamos en que el lunes y el martes próximos nos veríamos. Sugirió que fuera con mi vehículo y que él vendría a buscarme cuando estuviera cerca para enseñarme el camino.
       El lunes, temprano, me puse en camino y fui hasta Mile 91, a unos cien kilómetros, donde hay un hospitalito dirigido por las Hermanas Clarisas. Hasta allí me llevó mi coche. Allí se paró y entonces llamé a Pepe para que me viniera a buscar.
       Mi vehículo tenía el problema de un tornillo que se aflojó y provocó una avería en el alternador. El mecánico de las monjas se lo tomó en serio y acabó arreglando la avería en unas cuatro horas. Pero es que el coche está pensado para andar por las pistas y en el asfalto no te puedes mover a más de sesenta, lo que hace que los desplazamientos sean muy lentos.
       Pepe tenía un retiro con los catecúmenos y no podía venir a buscarme de inmediato, lo que me permitió dedicar un buen rato a estudiar la lengua, cosa que siempre me acompaña para estas circunstancias.
       Conocí a Pepe en ese momento, pues antes sólo le había hablado por teléfono o en los e-mails que me había enviado. Me dio una impresión muy agradable y le sentí muy cercano desde el primer momento. Me habló de varios sitios para lo del agua, pero en especial en un pueblo que está rodeado por la marisma y que cultiva mucho arroz, pero que tienen falta de agua potable y cada vez que cavan un hoyo les sale agua salada.
       El lunes cuando llegamos era ya demasiado tarde para pensar en ir a los pueblos, así que nos encontramos tranquilamente, compartimos un buen rato de charla y la cena. Estuvo presente Coco, el cooperante que conocí hace unos meses y que trabaja con la gente que está en cuarentena por el ébola, y es que también ha estado haciendo ese trabajo en la parroquia de Pepe, pero como ha visto que Pepe está bien organizado, ha preferido ir a otros sitios donde hace más falta y que están peor abastecidos.
      Tuvimos un agradable momento en la cena en el que hablamos de muchas cosas y en especial de la situación de los pueblos que no tienen agua y de los que están en cuarentena a cuenta del ébola. Parece ser que el número de casos está aumentando y que el gobierno está pensando en volver a las restricciones para viajar a fin de poder controlar la situación.
        Con Pepe preparamos sobre el plano la estrategia a seguir el martes y nos fuimos a descansar para estar en forma para lo que nos esperaba.
        Nos levantamos temprano, celebramos la misa con la gente en la parroquia, rezamos un rato en casa, desayunamos y salimos hacia los pueblos. 
        El primer sitio que visitamos es el terreno que han aplanado para la construcción de una escuela y allí marqué un sito favorable para escavar un pozo. No es algo que vayan a hacer de inmediato, pero puede esperar el momento oportuno.
Otro sitio para buscar un pozo...
 Cerca de la escuela del pueblo.

Otro punto donde se puede encontrar agua...
 Esperemos que tengan agua suficiente...

        Después me dijo Pepe que tenía también en programa visitar algunas de las familias que están en cuarentena. Me pareció muy interesante el poder estar cerca de esos que han tenido una experiencia fuerte en sus vidas.
        Estuvimos en varias casas y en todas estaba el cordón que indicaba el aislamiento. En la mayoría de ellas había militares que vigilaban. Me imagino que tienen poco que hacer cuando hay alguien que decide escapar, pues se han dado varios casos y la realidad es que no los llegan a controlar, con el riesgo que implica de contaminación una persona que huye en esas circunstancias…
       Y es que nos resulta difícil comprender, pero nos tenemos que meter en su mentalidad para ver que no tienen la misma idea que nosotros de la enfermedad. Muchos piensan que es algo que envían los espíritus y que no hay nada que hacer contra eso… Y a ver quién logra cambiar esa forma de pensar…
      Recuerdo ahora cómo cada vez que moría un joven en el norte de Benín o Togo, los demás jóvenes del pueblo, huían durante una semana al bosque y se rapaban la cabeza… Para que la muerte que se había llevado al compañero, no se los llevara a ellos…
      La realidad aquí es que la gente no está convencida de que se trata de una enfermedad, cree que es algo mágico, y no admite fácilmente que el tratamiento es el que les sugieren, y se puede esperar cualquier reacción, una de las cuales es la huida y el consiguiente riesgo de que si el que huye está infectado, pueda provocar cientos de nuevos casos… Y con eso vivimos y en ese ambiente nos movemos.
      Después de haber visitado varias casas y rezado con ellos, te vas acostumbrando a la situación que al principio resulta muy impactante. Yo había vivido esto ya hace unos meses en nuestra parroquia y me parecía algo muy lejano. Ahora lo he visto de nuevo muy de cerca y me ha recordado que estamos en una situación nada segura y que tenemos que seguir haciendo todo lo posible por sensibilizar y educar a la gente con la que estamos.
      Y volviendo a nuestro tema del agua, por fin llegamos al pueblo, donde también hay varias casas en cuarentena… Allí empezamos por saludar a los de la cuarentena y luego fuimos hacia el sitio que habíamos marcado en el plano. Apareció el punto y pusimos el hierro correspondiente como testigo. La gente nos miraba incrédula, pero al mismo tiempo esperanzada. Yo le pedía a Dios, que lo mismo que Pepe rezaba con los de las casas en cuarentena, también pudiera un día hacer lo mismo cuando hayan encontrado el agua que tanto necesitan.
Esta familia ha estado en cuarentena
 y ya hace días que salieron de la prueba.

Rezando con la gente que está en cuarentena... Era su último día...

Hablando con uno que está en cuarentena..

      El pueblo es grande y esparcido en el arrozal inmenso y pintoresco. Después del primer punto, pasamos al lado de la escuela, que ahora está cerrada. Allí también encontramos el sitio que habíamos buscado en el plano y pusimos nuestro hierro como señal. Allí les hice un juego de magia para que vieran que lo que les parecía imposible, era posible y, espero que se lo creyeran también con respecto al agua.
      El tercer sitio fue ya más de lo mismo, y luego ya hablaban de comenzar a trabajar en los tres sitios a la vez. Pepe les sugirió que uno a uno las cosas irían más seguras y mejor organizadas. Sueño con que la realidad sea despertar de una pesadilla a un “tenemos el agua que necesitamos”.
      Volvimos a casa donde el coci ya había preparado la comida y nos regalamos con un cocido con pollo al que añadimos el arroz. Me resultó agradable, así como la conversación que mantuvimos todo el rato.
      Acabada la comida subimos al coche y pusimos rumbo a Mile 91, donde me esperaba mi coqueto Suzuki, que me trajo a casa a paso lento, pero seguro. Vine con Iván, el muchacho que me acompañaba y a quien dejé con las Clarisas porque más que para viajar, estaba para reponerse de una infección que tenía y quien estaba muy contento de la experiencia que había tenido del encuentro con un grupo de críos que hacen el catecismo donde las hermanas y se preparan para el bautismo en pascua.
       En el camino hacia Mile 91, compartimos muchas cosas, lo que me ayudó a comprender formas de hacer y actitudes de unos y otros. Me sentí muy relajado y a gusto en el viaje y le agradezco a Dios el que me haya dado la oportunidad de salir, de compartir y de disfrutar con gente tan estupenda.

      Desde casa, con un cierto reposo y tranquilidad, y en un momento de la noche en el que ha venido la luz, escribo esto para compartir con tanta gente que nos sigue, a la vez que agradezco a Dios la experiencia que me ha permitido vivir y le pido que tenga compasión de Pepe y de esa gente que sufren tanto la falta de agua, que su cuaresma de sufrir acabe en una pascua de gloria llena de su agua que da vida.

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