Los que esperábamos llegaron de madrugada. Les
recibimos, les ofrecimos la cena y cama como se pudo y salieron de nuevo por la
mañana camino de Liberia. Buen viaje.
Dije la misa en la parroquia y conmemoramos a santa
Teresa en su quinientos aniversario. De vuelta a casa y con el desayuno acabado,
organizamos almacenes, voy a comprar formas y después visito a un amigo de un
pueblo con serios problemas de salud, antes de participar en una reunión en la
universidad con los nuevos dirigentes del grupo de los estudiantes católicos. Al
principio hay una veintena, pero acaban siendo más del doble.
Como llegué un poco antes de tiempo, me pasé por el
“instituto de lenguas” y hablé con alguien para que me encuentre quien domine la
gramática en mende, cosa que me prometió y algo que no me esperaba, se nos
presenta una madre con su criatura de meses, sin brazos y con unos muñones por
piernas… Me informo de donde viven y, como es en el pueblo y en sitio que
conozco, espero encontrarlos de muevo en su casa, en lugar de sacarle fotos
delante de muchos curiosos.
La reunión con los universitarios dura largo tiempo,
pero es muy interesante, al manos por lo que hablan; el nuevo grupo tiene
proyectos de moverse y hacer participar a todos los que quieran en actividades
variadas, empezando por las estrictamente religiosas. Les he ofrecido la
posibilidad si quieren venir conmigo a los pueblos para rezar.
En casa, como y echo la siesta, y luego salgo para
Mattru, el pueblo al que voy los jueves. Sé que hay gente que está enferma y voy
a verlos los primeros. Lo que me encuentro no es muy alentador. Una pareja que
me hablaba de que se quieren casar, hoy me ha hecho pensar mucho más en entierro
que en otra cosa, tal como he visto al pobre hombre, a quien su mujer prodiga
delicados cuidados.
Mientras estoy con este matrimonio en su casa, viene una
señora y me invita a ir a ver a su marido, que también está enfermo y que no es
la primera vez. En esta casa, como en las demás, después del saludo de rigor,
rezamos por los enfermos y por los que los cuidan.
También esta misma señora me lleva por unas cuantas
casas para ir saludando a la gente a la que aún no he saludado. En cada casa que
entramos, saludamos a los presentes, rezamos y nos citamos para el rosario que
rezaremos en la iglesia más tarde. Y la misma señora me lleva a unas cuantas
casas del pueblo en las que hay gente que viene a rezar con nosotros, para
animarles a que sigan viniendo y que ellos mismo traigan a alguno
más.
Aquí el viento se llevó el techo de la tejavana que nos
hacía de iglesia y están haciendo una nueva construcción parcheando lo que ya
tenían de antes. No es que sea algo extraordinario, pero es posible que sirva de
sitio para rezar por unos cuantos años más.
En el rosario se va notando que el número de fieles
aumenta, los niños en particular y buen número saben rezar en su lengua. Les doy
la estampa de recuerdo que tanto les gusta, aunque esté escrita en español, pues
son las estampas que he recibido de la librería de Pamplona.
En este pueblo la pobreza es grande y los recursos
pocos. Y me sigo preguntando la forma de actuar con ellos para poder hacer que
esto cambie… Y habrá que seguir teniendo paciencia con ellos para que sean ellos
los que reaccionen y no yo quien les mueva, pues si es así, cuando yo no esté,
ellos se pararán.
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