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sábado, 17 de octubre de 2015

17 de Octubre de 2015

Sábado

Después de la oración de la mañana me dedico un rato a corregir los trabajos que han hecho los alumnos de la escuela. Se ve que hay un progreso aceptable y la conclusión se impone: donde las clases se dan y no se falta, los alumnos responden.
       Un rato más tarde tengo un encuentro con jóvenes universitarios en el centro de pastoral donde han venido a solicitar becas y tienen que tener una carta de recomendación firmada por el capellán. Estoy contento de poder hacer este servicio y de ir tomando contacto directo con el grupo de estudiantes católicos de la uni.
       Voy al mercado a comprar unos neumáticos para el coche, pues los que tiene están en bastante mal estado y después voy a los que reparan los pinchazos para la operación de recambio… Bajo un sol picante, trabajan más de una hora para ponerme el vehículo a punto y todo ello por menos de cinco euros, cantidad que les doy con gusto, aunque les tenga que decir que es caro… Porque si no la próxima me van a subir el precio.
      La visita a los pueblos esta tarde tiene dos objetivos, por una parte la reunión de las parejas y por otra pagar a los maestros de la escuela de Balei, donde he estado haciendo los controles. Con los maestros me entretengo un rato y la conversación es muy agradable pensando en qué podemos hacer para motivar a los alumnos y que el trabajo que hacen sea mejor. Veo que me siguen con gusto y que les agrada la propuesta. Queda el ver a qué llegamos en concreto. Por lo menos hay algo en el aire.
        Con las parejas la reunión es un tanto especial, pues ha habido un serio desacuerdo en una de ellas y hoy ya las aguas han vuelto a su cauce, pero la reflexión es siempre la misma, darnos cuenta de lo que hemos hecho mal y enderezar. Y saber que donde no se reza juntos, los problemas llegan.
       A la hora del rosario prefiero venir a Tikonko, pues por una parte está el agujero del puente que es mejor atravesar con la luz del día y por otra, la comunidad de Tikonko no es tan sólida a la hora de rezar y necesitan más ser acompañados.
       Abu, el que hace de animador, acaba de llegar de la granja, está cansado, pero al vernos sonríe y se prepara con presteza para llevarnos al sito de la oración, que es una casita pequeña en proximidad de un bar con música a buen volumen.
       En cuanto comenzamos le rosario, comienza una agradable lluvia que acalla la música del bar y nos hace refugiarnos a techo a la entrada de la casa, donde estamos un poco apretados. Pero el rosario se reza con toda calma y las estampas que reparto hacen la delicia de la casi treintena de los presentes.

      En casa seguimos teniendo luz y conexión a Internet, todo un triunfo para lo que estamos acostumbrados.

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