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viernes, 17 de febrero de 2017

17 de Febrero de 2017

Viernes

Amanecemos sin luz y en la iglesia llega la del generador. Hoy hay más gente que otros días, se han sumado los de los viernes y al final piden una bendición especial y aprovecho para invitarles a venir también mañana.

Tratamos de organizar el boletín parroquial a la vez que en el despacho recibo a algunos que vienen por asuntos personales, antes de participar en una reunión diocesana de desarrollo donde intervienen los organismos de la diócesis y varias comunidades religiosas. Interesante ver lo que se hace y también intento resolver el problema de los libros que quiero conseguir desde Nigeria. Por lo menos me han dado indicaciones que espero que nos den los resultados apetecidos. También he colocado un paquete de gafas que vino en el contenedor para un hospital de la diócesis que se muestra interesado.

Estoy en tratos con uno de los que conozco en Cassama, que suele buscar diamantes en el río y a quien ayudo a la hora de conseguir tener el equipo necesario. Espero que los que vengan a verme tengan también una experiencia de lo que se hace en el trabajo de los diamantes.

La ida a Cassama es con el vehículo lleno de gente, entre otros alguien que iba andando y le quedaban treinta kilómetros a destino. Por lo menos ya le disminuimos en diez la marcha y se mostraba muy contento.

En Cassama están haciendo la estructura tradicional de una sala que será el sitio de oración y rezamos a la sombra de un mango cercano. Los que han estado trabajando se quedan dormidos en cuanto se sientan, señal de que lo han hecho con intensidad durante el día. Las parejas siguen con su ritmo lánguido y sigo azuzando para que se lo tomen más en serio, lo que me prometen hacer esta semana. También he tenido tiempo de visitar un sito en el que hacen ladrillos de tierra prensada, método que conozco por haberle utilizado hace tiempo, y el huerto en el que planeamos hacer un pozo. Las verduras van creciendo.

En Gbalehun seguimos con la misma tónica. La gente menuda que va a la escuela viene a rezar y los maestros, además de unos pocos adultos. La vuelta a casa también tiene a los que vienen del trabajo en el campo, ya de noche. Su alegría de entrar como sardinas en el vehículo se nota porque acaban cantando en cuanto arrancamos.





Seguimos sin luz, pero las baterías me permiten conectar y enterarme de la salud de mi hermano que está en el hospital.

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