La
atención de las hermanas ha sido inmejorable y el cuidado que te prestan es
increíble, en personas tan atareadas y dedicadas a su labor de servir a los
enfermos que se presentan en el dispensario. La sonrisa en el rostro y el
servicio delicado en cada momento son algo que no se puede olvidar y con un
gracias no se debe acabar.
El trabajo
que las monjas hacen en cientos de hospitales y dispensarios a lo largo y ancho
de África, y otras partes del mundo, es la mejor tarjeta de presentación de la
Iglesia, y mi experiencia ha sido siempre la misma: personas generosas,
entregadas, dedicadas al servicio de los que no tienen quien se ocupe de ellos.
Gracias Señor por tantos testimonios de tu presencia entre la gente.
He
dormido muy bien y me siento en forma, pero creo que tengo que descansar.
Después del desayuno vuelvo a dormir un rato y más tarde salgo a ver al profesor
de lengua, quien me muestra un hospital que puedo utilizar la próxima vez. Es un
sitio interesante y creo que contaré algo cuando necesite sus
servicios.
He
hablado un buen rato con el cocinero. De nuevo tenemos nuestras pequeñas cosas,
pero su reacción es buena y esperemos que siga su trabajo y sus estudios, pues
creo que es la forma de hacerse un porvenir prometedor.
También he
intentado poner carburante, pero he recorrido las gasolineras y hoy no toca,
todos me dicen que mañana y todas están vacías.
La mañana avanza, el día
promete lluvia y la ropa en el tendal no seca. La saco un rato al sol que da de
vez en cuando y al final el coci acaba con la plancha la humedad que no se va
por el ambiente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario