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domingo, 22 de junio de 2014

22 de Junio de 2014

Domingo

    Hoy es el Corpus y celebramos la fiesta. En el primer pueblo la gente tarda un poco en venir, pero al final acaban llegando y son numerosos. Empezamos la oración tratando de recordar lo que vamos diciendo las semanas anteriores y eso nos ayuda a tener presentes cosas que vamos diciendo y recordando, así es la catequesis.
         En la fiesta del Corpus, y como no hay gente que pueda comulgar, les explico las cosas y les animo  a hacer comuniones espirituales, esperando que llegue el día en que se puedan hacer sacramentales.
       Percibo en la relación con ellos que nos vamos comprendiendo y cuando les hago explicaciones, se encuentran a gusto con lo que les digo y me siguen y recuerdan lo que hemos hablado en semanas anteriores. Creo que el ambiente es agradable, distendido y que se pueden sentir a gusto para rezar, que es el objetivo.
        El que nos prometió que iba a venir a rezar, del pueblo a la orilla del río, no ha llegado, Cuando se lo recuerdo a los maestros, me prometen que van a tratar de contactarle.
       Están encantados cuando les doy la noticia de que el obispo piensa venir de visita y les animo a preparar las cosas. Les prometo que el miércoles, que solemos rezar juntos, nos podremos encontrar antes de la visita del obispo, el jueves.
       En el camino de vuelta nos encontramos con un grupo de mujeres que va de camino y están encantadas cuando las invitamos a entrar en el vehículo.
       En el segundo pueblo, hoy la misa es en Baley, me encuentro con la agradable sorpresa que han preparado las cosas en el pasillo exterior de la escuela, lo que permite tener mucho más espacio y que los críos estén cómodos y no hagan ruido. Les he felicitado por la idea.
       Hay un grupo numeroso, pasan los ochenta y la mitad son adultos venidos de varios pueblos. La celebración es agradable y familiar y vamos sobre las mismas pistas que en el pueblo precedente.
     En la procesión de ofrendas hoy están presentes Daniel y Margarita con su hija Ana, la que traje ayer a casa y que han venido desde el otro pueblo andando. Les bendigo y hago que todos juntos recemos por la nueva feligresa para que dios la bendiga y le dé una vida llena de bendiciones.
       Cuando les hablo de la venida del obispo, están encantados y después de la misa deciden quedarse un rato y tener una reunión para ver de hacer los preparativos para acogerle.
       Me siento candado al final de la mañana, pero las secuelas del paludismo son cada vez menores y creo que ya haya pasado la cosa. Esperemos que no vuelva..
       Después de comer y una buena siesta, que me permite recuperarme, voy a Lembema, el pueblo de las sorpresas. Para empezar llego con un aguacero que todo lo inunda. Lo único que hago es esperar pacientemente a que se pase la cosa, pero como estoy en la carretera, hay motos y coches que pasan y me entretengo en sacarles fotos en su paso por un charco que ahora es una piscina.
       Me llama la atención la habilidad de los que conducen las motos. Van cargados con pesados bultos y van dos o tres personas en cada moto y son capaces de maniobrar con una maestría y unos reflejos que yo no tengo.
        Después de la tempestad viene la calma y acaba parando de llover y los críos vienen a saludarme y yo aprovecho para salir del coche y hacer unas cuantas fotos de los vehículos que pasan por el enorme charco que se ha formado en el camino.
     Luego nos dirigimos al sitio en el que solemos rezar y allí nos vamos juntando unos cuantos críos y algunos adultos. Hoy he traído un calendario para dar a alguien que me había pedido y el día que vino no estaba presente. Hoy estaba a la puerta de casa cosiendo afanosamente unos botones a una camia. Cuando vio el calendario se puso muy contento y me lo agradeció varias veces. Le dije que le tenía que rezar cada día a la Virgen, cosa que me prometió que haría.
     Empezamos la oración un grupito y lentamente se fue aumentando hasta que acabamos una cuarentena de persona, diez adultos y el resto niños. Yo, consciente de la situación y con un calendario más repartido en el pueblo, le he encomendado a María Auxiliadora que haga su trabajo.
        La vuelta a casa ha sido tranquila, pues los caminos ya se han secado y cuando llego  me doy cuenta que aquí ni siquiera ha llovido. Esta vez la tormenta ha sido bastante local.


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