Por la
noche nos ha llovido algo, nos ha acompañado la mayor parte de ella la luz
eléctrica y la mañana amanece tranquila. Después del desayuno Jos va a Tikonko
por cuestiones del terreno y vuelve a la hora de comer. Yo paso la mañana
limpiando, estudiando y también tratando de lograr la conexión con internet,
cosa que es imposible en todo el día.
Por la tarde voy
a pueblos, primero empiezo por el del catequista en donde junto con él
trabajamos un rato en la lengua. Luego vienen otras personas y acabamos hablando
de diversos temas, recayendo la conversación en la sorpresa que les causa verme
ir de un pueblo a otro visitando a la gente y hacerlo a pie.
Luego voy
con el catequista a Banahun, el pueblo que en el mapa aparece como Petewoma.
Allí hay varias familias que suelen venir a rezar y dos que han comenzado a
venir a las reuniones de parejas, que son las que están presentes en el pueblo,
pues el resto están preparando los manojos de hojas de mandioca para un vehículo
que ha venido y está esperando la carga para llevarla a la capital.
Hablamos durante
un rato, les hago preguntas sobre si la vida de pareja ha cambiado desde que
rezan juntos y los dos hombres
hacen el mismo comentario “no nos peleamos”, a lo que las mujeres ríen. Pero se
les ve a las dos parejas que tienen la alegría en el rostro.
Como va siendo
hora y veo que las cosas no avanzan, le dejo al catequista y vuelvo para casa,
pues no es necesario que para la oración esté con ellos, aunque me han hecho
saber que soy el primer cura que se para en el pueblo y que por ello están muy
contentos. Antes de partir rezamos el padrenuestro y avemaría y les doy la
bendición.
En la vuelta no
he tenido gente para viajar, pero a la ida ha habido una sorpresa, pues al
llegar al cruce, una señora mayor comienza a llamarme a voz en grito y a correr
hacia el vehículo. Yo no la reconozco y ella no habla inglés, pero ya sé
preguntar en su lengua y ella responde que va al pueblo del catequista. Está
jadeante de la carrera y no sabe desenvolverse para abrir y cerrar las puertas,
pero está enormemente contenta de encontrarme y que la lleve a su pueblo, y es
que por lo que supe después, ya había andado unos cuantos kilómetros antes de
llegar al cruce.
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