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domingo, 1 de junio de 2014

Un quad que..

Si es que tengo una familia…Que no me la merezco...

Hace ya unos cuantos años, más de seis seguro, me paseaba por Chipiona. Había ido a visitar a la familia que estaban de vacaciones y, un primo, me ofreció un quad, algo que me dijo había comprado como regalo de primera comunión para su hijo, pero que luego no le había sido útil. Si lo podía utilizar en África, me lo regalaba.
Mi interés por las motos es muy pequeño y cuando vi esta, me pareció que era algo que no me serviría para mucho, pero antes de dar una respuesta rápida, decidí esperar un momento y, mira por donde, me vino la idea de para qué podía servir…
En esos momentos estaba conmigo Valerio, un salesiano de más de setenta y cinco, a quien desplazarse le costaba mucho y lo hacía en una bici de ruedas pequeñas. Pensé que era la solución ideal para Valerio y una forma válida de emplear lo que me ofrecían, y dije que sí que me serviría.
Ahora el problema era el enviarlo. Pero para un problema siempre hay una solución posible y, mira por donde, salió que las monjas de la Doctrina Cristiana de Sevilla tienen una presencia en un sitio de Togo que no está lejos de donde residimos y reciben contenedores un par de veces por año.
En uno de esos contenedores viajó la moto y allí, a Defalé, fui a buscarla. La monté en la furgoneta y cuando llegamos a Cinkassé, el norte del Togo, la ciudad de la frontera en la que se venden motos a cientos, fue una sensación, pues entonces no había ninguna moto como ella y ver a Valerio pasearse por cualquier sitio era el espectáculo que todos sorprendidos contemplaban.

Varias personas vinieron a pedirme que se la vendiera, que la querían tener. Yo, con gesto serio y decidido, siempre les dije que no, que la moto era del viejo y que el viejo tenía necesidad de ella y que por eso se la había traído. (Notemos que la palabra “viejo” tiene un valor muy positivo por aquí, no así entre nosotros que ya hemos encontrado el eufemismo “mayor”)
Convencidos o no con el razonamiento, se fueron acostumbrando a ver a Valerio desplazarse en la moto de un sitio para otro y, con el tiempo, el quad era un paisaje familiar en la ciudad y Valerio, el “chekorobá” (viejo en lengua bambara) que la llevaba, una persona respetada y admirada en el ambiente en que se movía.
Hoy Valerio con 83 cumplidos, sigue con su moto y haciéndola servir para muchas cosas, desde ir a decir misa a los pueblos, visitar a gente en sus casa, hasta hacer las compras en el mercado o transportar lo que se necesite de un sitio a otro. La moto ha servido para  alargar una vida y llenarla de actividad.

Le doy gracias a Dios que me permite vivir esta experiencia gozosa, le agradezco el que haya personas generosas que posibilitan estas cosas y le pido que bendiga a todos y cada uno de los que en ello intervienen.

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