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martes, 10 de junio de 2014

8, 9 y 10 de Junio de 2014

Domingo, Lunes y Martes

Durante la noche no he logrado dormir. No hay forma de tenerme en pie, así que tampoco hay manera de ir a los pueblos. Jos se va y me quedo en casa solo y con mi paludismo que ya está declarado. La mañana es eterna, con fiebre, bebiendo de vez en cuando y pocos tragos para no provocar vómitos, dolor en todo el cuerpo y malestar general que te hacen sentirte incómodo y no encontrar respiro ni reposo.
       Las horas van pasando con la parsimonia del que no tiene nada que hacer y está incómodo, hasta que más tarde de la una Jos vuelve cansado y hambriento.  Después de comer decidimos ir al hospital, lo mejor que podemos hacer es ir a ver a las monjas, que están en “Milla 91”, un pueblo en la carretera a casi cien kilómetros de aquí, ero que es el sitio que nos ofrece confianza. Allí llegamos hacia las cuatro de la tarde y rápidamente me ponen una perfusión y la rehidratación además del tratamiento contra el paludismo.
        Una hora más tarde me encuentro mejor, sin el amargor y sequedad en la boca y en vías de recuperación.  Jos se vuelve a casa y me deja en manos de las monjas Clarisas Misioneras.
       Caigo profundamente dormido y eso es un buen síntoma, lo que les hace dejarme dormir, pero cuando a medianoche me despierto, de nuevo tengo fiebre y la sensación de que las cosas recomienzan. Sufro el problema de la incomunicación, pues no sé a quién recurrir y espero hasta que por la mañana veo una luz y pido agua, que me traen al instante. Luego sigo con el tratamiento y me paso el lunes con tranquilidad y recuperándome, lo que quiere decir bañado en sudor y mojando todo lo que se te acerca. Me quité una camiseta y la retorcí y salía el sudor como cuando retuerces algo que has sacado del agua… Eso te hace bajar kilos y te deja débil por unos cuantos días, pero así es el paludismo.
       El día entero lo paso en la cama, bañado en sudor, pero con la esperanza de salir adelante en la situación. Me veo muy débil y sin fuerzas, además de los problemas de oídos y vista que suelen conllevar los antipalúdicos.
       Por la noche he podido dormir y el martes ya estoy en forma como para viajar y volver a casa. El teléfono no funciona y tenemos que esperar. Por la noche ha llovida abundantemente y a la mañana hay agua y viento y ni las monjas salen para la misa, lo que hace que cuando voy a decirla yo, asisten todas las que pueden.
       Jos me viene a buscar y en un día gris y lluvioso volvemos a casa. La humedad es la tónica en todas las cosas y lo que lavas va a tardar en secar y el sudor se hace presente a cada momento.

        Sentirse en casa es una agradable sensación, pero no te quita lo que tienes en el cuerpo. Por suerte las sensaciones van siendo buenas y el sudor disminuye, la medicación es bien tolerada y logro dormir incluso a ratos durante el día.

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