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domingo, 29 de junio de 2014

29 de Junio de 2014

Domingo

Domingo. Nos acompaña a los pueblos la madre de Daniel, el salesiano de aquí. Ella es catequista en su parroquia y el que venga siempre es interesante, pues acompaña a los niños en los cantos y también interviene en otros momentos.
       Hoy en Valehun no estaba ninguno de los maestros, pero uno del pueblo, que es un buen elemento, ha preparado las lecturas y ha hecho la traducción.
       La gente está contenta y entusiasmada con la visita del obispo y hoy, fiesta de san Pedro y san Pablo, hemos aprovechado para invitar  a rezar por los pastores, el papa y el obispo en particular;  por los catequistas y los que extienden la buena noticia del reino. Prometen que lo harán, esta semana en particular.
       En la vuelta hay un grupo de mujeres que van a plantar arroz, es un trabajo que se hace en común. Siempre que puedo llevo a las mujeres, pues son las que siempre andan los caminos cargadas. Al final había ocho en el vehículo. Estaban apretadas, pero contentas de poder hacer el trayecto en coche.
        En Nyagorehun hemos cambiado de orientación. La oración se hace fuera de la iglesia, pues la iglesia es tan reducida que no cabemos y ahora, como el sol va cambiando de posición, nos hemos visto obligados a buscar una nueva sombra.
        Durante la celebración en un momento han caído unas gotas, pero al final el sol ha lucido y hemos podido celebrar sin contratiempos.
       La gente está contenta y entusiasmada con la visita del obispo. Muchos era la primera vez que le veían y no se esperaban que fuera autóctono, o por lo menos ese es el comentario que algunos han hecho. Todos están felices de su visita y dan gracias a Dios por haberle visto y prometen rezar por él de una manera especial esta semana, lo mismo que por el papa y los dirigentes de las comunidades.
        Volvemos a casa y hoy no tenemos cocinera. Vamos a comer al restaurante y al que solemos ir está cerrado. Son musulmanes y han empezado el ramadán, por eso cambiamos y conocemos uno nuevo. La comida es aceptable.
        Después de echarme una buena siesta, pues anoche no dormí bien y estaba cansado, me recupero y voy a Lembema, el pueblo de las sorpresas. Y seguimos con ellas. El maestro que suele dirigir la oración no está, pero están dos maestros del pueblo donde voy por la mañana, además del catequista que ha venido andando desde su pueblo. Nos reunimos una cuarentena de personas, de los cuales una quincena son adultos. Unos nuevos, otros que conozco. Poco a poco vamos tratando de hacer un grupo que se encuentre regularmente para rezar. La señora mayor que tiene el calendario de María Auxiliadora, nos sigue desde la puerta de la casa envuelta en un paño. Quizás no esté muy bien de salud.
        Tengo que decir que la llegada fue apoteósica, con una buena tromba de agua unos kilómetros antes de llegar al pueblo, pero en el pueblo ya hacía sol al mismo tiempo que llovía y el sol acabó imponiéndose, lo que me permitió saludar a la gente en sus casas y luego rezar con comodidad.
       Antes de acabar la oración ya estaba de nuevo nublado y amenazaba lluvia, pero por lo menos a nosotros en el camino de vuelta no nos alcanzó.
         En casa tenemos luz, aunque a ratos, pues se va con frecuencia y la potencia es escasa, pero por lo menos las bombillas se alumbran, que ya es algo.

        Le doy gracias a Dios por las experiencias vividas durante la jornada, por el cansancio y la recuperación y por permitirme vivir esto de primera mano y poderlo compartir con los demás.

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