Martes
En la oración de la mañana tenemos la luz de la ciudad, lo mismo que al levantarnos, algo que no sucede a menudo. La tónica es la normalidad en la asistencia y al final, como cada martes se da la bendición con aceite a los presentes, algo que aprecian bastante.
Después del desayuno me presento en la finca en una moto. El camino es largo y polvoriento y el coche sigue en el garaje. Los trabajadores están a su oficio y la calma reina en el sitio. Los albañiles aún no han comenzado la jornada y veo que avanzan en el trabajo de la cerca.
Contacto por teléfono con unos y otros, el mecánico no viene y me dedico a la limpieza de la habitación que está llena de polvo, lo que sucede cada día en este tiempo. Me echo una buena siesta, pues el calor fuera es sofocante y después me voy al cíber a enterarme de lo que pasa y a buscar un artilugio para detectar las averías en los vehículos electrónicos. Lo encuentro, pero no encuentro quien sepa utilizarlo. Me han prometido que mañana…
Después de cenar y pasearme un poco, aparecen Joseph y Christopher que vienen de vuelta del viaje, cargados de buenas cosas y con el cansancio correspondiente. Contentos de estar de vuelta y en casa.
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