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miércoles, 6 de marzo de 2019

6 de Marzo de 2019

Miércoles


Es miércoles de ceniza y salgo pronto para los pueblos, pues la mañana está con horario apretado. Viene Luis que después de rezar en Towama se queda en la finca y yo prosigo a Tikonko donde la gente no está y los que aparecen me sugieren que vaya con ellos al pueblo siguiente, Nagoyon, donde la gente llega tarde y de manera especial los escolares de Balei que son los más numerosos. 

Hablo durante un rato y en particular para los críos animando al personal a sonreír siempre que se pueda y a ser amigos los unos de los otros. Todo esto a cuenta del encuentro que tuve ayer con el salido de la cárcel. 

Emprendo la ruta hacia Lemma llevando a los que me encuentro de camino y disfrutando de la amplia sonrisa que todos tienen cuando entran en el vehículo. Lo que veo en esta escuela es que están de exámenes y el ambiente es de estudio y no de pensar en la ceniza, por lo que hablo con los maestros y dejamos las cosas como están y así tengo tiempo para no llegar muy tarde a Gbalehun, donde están los dos profesores titulares y ninguno de los otros. Reunidos los alumnos en una sala de clase, les hablo y les invito a la sonrisa y a ser amigos entre ellos y obedientes en casa y la escuela. Me llama la atención que varios de los críos que han escuchado con capaces de recordar lo que he dicho un buen rato después. 

Los maestros me enseñan un hoyo que han hecho pensando en preparar compost y les animo a que sigan haciendo otros a la vez que les prometo que cuando tenga el vehículo en forma les visitaré para hacer con ellos el compost que esperan. 

Vuelta a casa pasando por la finca, viendo lo que están haciendo y en particular el trabajo en los hoyos de compost. Luis se está empleando a fondo en este trabajo y en el de la preparación de las bolsas para poner semillas. 

Siesta, un rato de lectura y aparecen Coco y Bárbara y nos vamos a buscar enjambres de abejas, que nos permiten ver la dificultad de llegar a término de una iniciativa, Hemos visitado dos sitios, el uno en un punto demasiado elevado y difícil de hacerse con las abejas y el otro, lejos y a pie y cuando llegamos nos damos cuenta de que las abejas han cambiado de casa. Vuelta a Tikonko y, como ya es tarde, emprendemos el camino de casa pasando por la finca y enseñando a Coco y a Bárbara lo que estamos construyendo y plantando. 

Cena, un rato de sobremesa y cada mochuelo a su olivo, que el generador no durará largo tiempo y hay que aprovechar la luz que nos da, pues de la ciudad no llega.

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