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martes, 22 de abril de 2014

22 de Abril de 2014

Martes

Después del desayuno me vienen a buscar los que van a comenzar el trabajo en el pozo del Centro de Pastoral. Me dicen que la monja todavía no ha venido y que quieren comenzar. Les acompaño y vemos las cosas de nuevo sobre el terreno. Miramos otros puntos de agua cercanos y después, marcando la circunferencia del pozo, se comienzan los trabajos, no sin antes por iniciativa de los trabajadores, rezar. Como estoy presente, al final les doy la bendición, deseando suerte a los que trabajan, que encuentren a gua y que haya un buen servicio para los que viven cerca.
       Después me voy a organizar las fotocopias del método de mende, pues en cualquier establecimiento te lleva un buen rato el que te lo hagan. Tengo suerte y en el segundo sitio salen las cosas aceptables. También paso por la gasolinera y lleno el depósito del vehículo. Hoy había carburante, cosa que no siempre hay y no había cola. A pesar de ello he echado la mañana fuera de casa, pero por lo menos tengo la sensación de haber hecho algo positivo.
       Después de comer y la siesta, visito a los que trabajan en el pozo. Me dan buena impresión y creo que el trabajo es bueno. Les animo a que sigan trabajando. Por ahora no hay mayores problemas, la tierra es dura, pero se puede hacer el trabajo  a mano sin mucho esfuerzo.
       Jos está siguiendo el trabajo de los que cortan los racimos de las palmeras de aceite y yo salgo para los pueblos, pues hoy tengo reunión con las parejas, pero antes quiero presentar al catequista el método de mende para que trabajemos juntos.
       En el camino, como ya conocen el vehículo, la gente que va a pie, me llama y les llevo. Hoy en particular una mujer con un fardo bien pesado, me dijo que había visto el cielo abierto cuando vio el vehículo.
       Después de trabajar un buen rato en la lengua, ahora el catequista se  siente más a gusto, pero todavía le cuestan algunas cosas; a las seis, tenemos la reunión de las parejas. Hay algunos que son regulares pero otros, les cuesta venir, por un motivo o por otro, faltan.  La regularidad no suele ser su fuerte. Esperemos que con un poco de paciencia y de buena voluntad, podamos salir de la situación.
        Hoy les dije en un momento que en África las mujeres trabajan mucho más que los hombres y, aunque al principio trataban de defenderse, acabaron reconociendo que es verdad, que la mujer es la primera que se levanta y la última que se acuesta y que el trabajo de la casa y los niños es algo que los hombres no están acostumbrados a valorar.
        Al mismo tiempo que he visto que lo reconocían les he invitado a tomar conciencia de la situación y a colaborar con la mujer en todo lo que puedan, que es la forma de que también ella colabore en el momento en que ellos quieren que lo haga.
        Hay dos parejas que ha venido sólo el marido. Cuando acabamos la reunión acompaño a uno a ver a su mujer. Me dice que la hija está con fiebre y que no la podía dejar sola. Se miran, se sonríen los dos y, el enfado que traía el marido, se ha pasado y las cosas no irán más lejos.
      El otro que tampoco tenía a su mujer está sentado y pensativo. Le digo que se lo tome con calma y que sigan rezando juntos, que algún día llegarán las cosas. Se sonríe y sabe que es lo que tiene que hacer. Además, está muy agradecido a su mujer, pues estando enfermo, ha sido ella la que le ha acompañado y asistido todo el tiempo.
      Vuelta a casa, ya de noche, con el vehículo lleno de gente. Por lo menos haces un servicio a los que viajan y aprovechan que estás tú. La gente también sabe apreciar tu disponibilidad. Y con todo ello doy gracias a Dios porque le siento presente en estas pequeñas cosas de cada día y entre la gente con la que me relaciono y le pido que su resurrección llegue también a todos los que por aquí estamos.

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