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lunes, 14 de abril de 2014

Una de Lumbago..

Una de lumbago…                                                                     abril 2014
       Contar lo que te pasa, es tarea a veces fácil, a veces complicada, pero tratar de ser fiel a quien te lee con interés, creo que merece la pena.
         Por  una vez, y sin que sirva de precedente, estoy sufriendo las consecuencias de un ataque de lumbago. No es un caso aislado, pues ya lo he vivido unas cuantas veces anteriormente y me quedan recuerdos para compartir.
       Estando en Kandi, y trabajando en la construcción de una escuela, estábamos recogiendo los ladrillos de tierra pues amenazaba la lluvia y no quería que se mojaran. Me hacía ayudar por los internos de casa, pero no estaban muy motivados y, a pesar de mis ánimos la cosa no movía. Tratando de hacer más de lo que podía, recibí ese toquecito de atención en la espalda, eso que te deja paralizado por unos segundos, pero quise seguir adelante y me vino un segundo golpe. Se me cayó el ladrillo que tenía entre las manos y, resignado, me fui a la furgoneta, me puse al volante y… Que sea lo que Dios quiera, que hoy no doy para más…
       Tuve efectos de larga duración. Fui al hospital y me acogieron con amabilidad los enfermeros que nos conocíamos muy bien y ellos me pusieron en contacto con los chinos, una delegación de médicos cooperantes que trabajaba en el hospital.
       Fue la primera vez que me pusieron las agujas. La acupuntura es algo que siempre había oído hablar como maravilloso tratamiento, pero a mí me dieron unas cuantas sesiones y no recuerdo que la cosa se me pasara a la primera… También tengo que reconocer que tampoco hacía el reposo que me pedían…
       Recuerdo otra vez en el mismo escenario y entonces había visitas,  mi sobrina y Loli estaban por allí y se ofrecieron a ponerme calor en la espalda… Y lo hacían con la plancha. Estábamos en plena acción en la sala de estar y… Tuvimos una visita imprevista… A mí no me importó demasiado pero ellas me lo han recordado varias veces el apuro que se pasaron cuando el obispo apareció de forma inesperada.
      Tengo presente otra que me duró varios días y que aproveché para ver los videos que me habían traído desde España del grupo “martes y trece”. Por lo menos si no te puedes mover, te lo pasas lo mejor que puedes con lo que tienes a mano.
      Otra vez le pedí al coci que me aplicara calor y el pobre estaba tan nervioso que acabó poniéndome la plancha un momento directamente en el cuerpo…  Entre el grito, la quemadura, lo nervioso que estaba el coci, creo que decidimos cambiar de método.
       Y recuerdo otra en la que también estaba Loli por allí y se fue a buscar la máquina de fotos, pero cuando vio los métodos más o menos marciales que utilizaba el masajista y los lastimeros suspiros que me salían, se le acabaron las ganas de sacar fotos…
      Ya van unas cuantas, y estoy seguro que no son todas, pues sé que alguna se me escapa. Esto por lo menos me hace pensar que el lumbago es algo que se repite con una cierta regularidad y que tengo que aprender a vivir con ello. Antes me decían que era porque estaba mucho tiempo en las pistas conduciendo, ahora no estoy tanto y también me ha llegado de forma inesperada. Las causas pueden ser muy variadas y los remedios también, pero para mí pasan por no tomar pastillas, pues no las soporta el estómago.
      Si encuentro la persona adecuada, suelo buscar quien me dé masajes, pues parece ser que es lo que más me relaja y es algo que he hecho varias veces cuando estoy de vacaciones y que sueles llegar con todo el cansancio acumulado por el trabajo que haces, pero en condiciones penosas, pues el calor no te deja descansar y acumulas cansancio y el cuerpo acaba diciendo basta…
      Entre las que se me quedaban en el tintero hay una que quiero contar, pues aún me hace reír el recordarla.  Esperaba el avión para el viernes, pero mi compañero llegaba el lunes por la tarde. Fui a buscarle al aeropuerto y después de haber preparado las cosas, el martes por la mañana él salió de viaje y yo ya estaba libre de cualquier preocupación, momento que aprovechó para llegar de visita el paludismo.
       Miércoles y jueves con fiebre de casi cuarenta, pero el viernes sin fiebre, por la tarde, me metí en el avión. Los efectos secundarios del paludismo, además de otros, suelen ser los calambres musculares… Y entonces tenía todas las posibilidades y los boletos de tener calambres en cualquier momento…
       Para salir del avión en París, una azafata me ofreció una silla de ruedas, pues veía mi dificultad para desplazarme. Se lo agradecí y logré salir del avión por mi propio pie, pero tenía que esperar un rato para el nuevo vuelo y me senté en un sofá en una de las salas de espera. Era de cuatro plazas y me puse en una esquina. En la otra esquina había una señora sentada y, cuando se levantó, también lo hizo el sofá, y yo, con mis problemas de locomoción, me encontré en el suelo, a cuatro patas y con mucha dificultad para poder levantarme.
       Recuerdo que miré alrededor, tratando de guardar la compostura del momento y, como pude me apoyé en el sofá que había vuelto a su posición normal y me volví a sentar, esta vez más hacia el centro y riéndome de lo que acababa de pasarme.
      Como resumen, mis lumbagos son: unos días de problemas motores que se pasan con reposo, calor en la zona, masajes, y la paciencia de reposar en suelo duro.
       Los dolores hay que pasarlos. La incomodidad de no poder moverte la tienes que aceptar y, sobre todo lo que me ha hecho pensar la nada que somos: lo limitado que uno se siente cuando le falta algo con lo que contaba, la libertad de movimientos, y el sentimiento de agradecer a Dios todo lo que nos da y no apreciamos hasta que nos damos cuenta lo valioso que es cuando nos falta…
      Estamos en la segunda semana y todavía los efectos del lumbago se resisten a partir. Es posible que el sudar abundantemente y no secarse el sudor a causa de la alta humedad ayude en la cosa, pero por lo menos me siento mucho mejor y, aunque sigo durmiendo en el duro suelo, por lo menos me puedo pasear y hacer vida normal.
        Esta vez he encontrado en un pueblo a una curandera que me ha dado masajes y un producto preparado por ella que me han ayudado a sentirme mucho mejor. Esperemos que dure el efecto.
       Los pequeños contratiempos siempre son de agradecer, pues nos ayudan a tomar más conciencia de nuestra dependencia y a ponernos en las manos de Dios en todo lo que nos proponemos y  ejecutamos.

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