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miércoles, 30 de abril de 2014

Cuando menos te lo esperas ...salta la liebre

Hay cosas que programas de una manera y luego te salen por donde menos lo esperas. Es algo que me acaba de pasar este martes, aunque la cosa venía ya del sábado anterior.
Estoy teniendo encuentros regulares con un grupito de parejas y nos juntamos dos veces por semana para poner en común lo que vamos viviendo y las experiencias que cada uno comparte son importantes para los demás.
Ya van varias veces que había sugerido que podríamos encontrarnos alguna vez con más tiempo para tratar temas que a cada una de las parejas les conciernen y que generalmente no se tratan, pero que a todos interesa ver qué solución dar, pues tarde o temprano cada pareja debe hacer frente a esta situación, como es la muerte de un familiar y las ceremonias que le acompañan, la enfermedad de un familiar cercano a uno de ellos, decisiones de la familia de uno de ellos, que afecta a su pareja…
Propuse que esa reunión fuera el sábado tres demayo, pero parece ser que los elementos estaban en contra, pues para empezar había ciertas ceremonias tradicionales que se celebraban en varios pueblos; también había una reunión de un grupo financiero que funciona en los pueblos y, por si faltaba algo, se añadió el tiempo, que en el momento preciso de la reunión, se descolgó con un buen chaparrón, lo que hizo que la reunión prevista, quedara en nada.
      Ante tal situación lo que tienes que hacer es a mal tiempo, buena cara. Tuve la paciencia suficiente de estar con ellos y mientras llovía nos cobijamos en la iglesia, pero sólo un rato, porque luego empezó a entrar el agua por todos los sitios y tuvimos que refugiarnos cada uno donde pudimos.
       Pasado el temporal, volvió la calma y algunos se presentaron,  con lo que traté de hacerles ver que teníamos que ser conscientes de que si queríamos que las cosas funcionaran, teníamos que estar presentes y traer algo positivo para comunicar.
Entre ellos tampoco se encontraban a gusto, pues cada uno era consciente de lo importante que son estas reuniones y lo que les ayuda  el encontrarse y compartir; pero no llegamos a ningún acuerdo y yo pensaba que el sábado siguiente estaríamos en mejores disposiciones para intentar otra reunión con más garantías, ya que también les había sugerido que el martes lo dedicaran a visitar otras parejas en sus casas.
El martes, habiendo intentado un encuentro para rezar el rosario en Lembemá y con el fracaso más completo, iba hacia el pueblo del catequista pensando en participar en el rezo del rosario que se hace a las siete, ya casi de noche.  Como tenía tiempo abundante, eran las cinco, encontré al catequista y comenzamos a trabajar un poco en la lengua; pero sin tardar, me doy cuenta de que las parejas están presentes y quieren reunirse.
No lo pensé dos veces, dejé de lado el trabajo de la lengua, nos dispusimos para el encuentro y comenzamos con la oración y la lectura del evangelio. Yo no me lo esperaba y estaba admirado de ver los cuatro matrimonios dispuestos y cada uno comenzó a compartir lo que habían vivido. No salía de mi asombro al ver a Daniel que habla con mucha dificultad en inglés, esforzándose por hacernos saber que con su esposa, que está en los últimos días de embarazo, habían tenido una experiencia agradable. Ella tenía un fuerte dolor de cabeza y no podía dormir y él estaba a su lado, cansado y pensando en el trabajo del campo que le esperaba al día siguiente… Se pusieron de rodillas y rezaron con fe y en unos minutos el dolor de cabeza desapareció y los dos pudieron dormir…
En ese momento me vino a la mente algo ya vivido antes con otra pareja y en situación muy parecida. Fue en Kandi, donde cada semana nos encontrábamos un grupo de ocho jóvenes para leer el evangelio en su lengua. Seis de ellos acabaron sabiendo leer  a cuenta del ejercicio que cada semana hacíamos por leer el evangelio juntos.
Uno dijo: “esta semana tengo un milagrín que contar”. Todos esperábamos su narración. Estaba en la cabaña en la granja con mi mujer y mi hijo, de meses. Era de noche y el niño empezó a llorar y no había forma de hacerle callar. Después de un rato me puse de rodillas en la estera, juntos rezamos con confianza y el niño se calló y pudimos dormir toda la noche y continuar el trabajo al día siguiente… Pienso que bien de cosas admirables se repiten en la vida de muchas personas que son capaces de ver la presencia de Dios en sus vidas.
Otra pareja ha tenido problemas de salud, sobre todo el marido, que ha tenido hipertensión y se ha dado bien cuenta de los problemas que eso le puede causar. Hoy daba gracias a Dios por lo que ha vivido, por las atenciones y el cariño con que su esposa le ha atendido y por la experiencia de gratuidad que están viviendo juntos.
He buscado papayas para que tome regularmente, pues sé que es el mejor medicamento para regular la presión arterial, entre otras cualidades, pues las papayas son la farmacia de la gente pobre que no se puede comprar otros medicamentos. Hoy me han regalado una piña enorme para decirme gracias por lo que se han sentido ayudados.
En el turno de la siguiente pareja, alguien que era musulmán y se ha decidido a ser católico; el joven comenta que está muy contento porque este año tiene independencia en el trabajo que hace en su campo, no como antes que tenían que hacerlo juntos varios de la familia y si además, él y su mujer están de acuerdo y se ayudan, las cosas van viento en popa. Los dos se miran con una sonrisa cómplice y están de acuerdo en dar gracias a Dios por el momento que están viviendo.
La pareja que queda dice que acaban de vivir una experiencia que otros años era muy difícil y que este año ha sido una alegría el vivirla. Comenta que por esta época la mujer suele ir a visitar a su madre en el pueblo y que cada año la cuestión se hacía muy complicada, pues la mujer no tenía ninguna prisa en volver y a veces hasta tenía que ir a buscarla, signo bien claro de que las relaciones entre ellos no pasaban por el mejor momento. Ahora la mujer se ha ido, ha dicho que iba a estar tres días y al cabo de los tres días le ha llamado por teléfono y le ha dicho que su madre está enferma y que necesita un poco más de tiempo. Se han  puesto de acuerdo, ella se ha quedado unos días más, pero la vuelta ha sido una alegría para todos, el encuentro ha sido algo muy esperado por los dos y también por los hijos que se les nota que están muy contentos de la experiencia que están viviendo los padres.
Finalizamos la reunión y les doy las gracias por lo que significa para todos lo que acaban de compartir a la vez que les animo a que en cada uno de los dos pueblos recen el rosario en las casas, con el calendario de María auxiliadora, la única imagen que tenemos de la Virgen en las capillas, presidiendo la oración.
Durante el rosario pensaba… Donde menos te lo esperas, salta la liebre… y a la vez daba gracias a Dios por la experiencia que acababa de vivir con ellos y le pedía que les acompañe y nos ayude a hacer que esto que acaba de empezar sea una realidad que progrese y se extienda como el árbol del que habla el evangelio.

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