Me levanto temprano y salgo a esperar a quien ha prometido venir a
buscarme, pero llega la hora y no se presenta. Por suerte la mañana está clara y
despejada y las motos pasan con frecuencia en el cruce. Cuando veo que ha
llegado la hora y no se presenta, hablo con uno de los que pasan y muestra buena
voluntad de llevarme.
Echa
carburante y emprendemos el viaje que es largo, pero sin novedad especial. En
Nagoyon hay algunos que ya están y otros van viniendo y al final el número que
suele haber cada domingo. La sensación es agradable y los que asisten participan
activamente. Creo que el ambiente de fe que viven algunos de los matrimonios se
hace sentir en los demás. Les llama la atención el verme en una moto, pero
cuando no hay coche, se hace lo que se puede para estar con
ellos.
En
Tikonko las cosas son diferentes. Ha habido una ceremonia tradicional por uno
que ha fallecido y nos encontramos en número muy reducido, pues los que se han
pasado la noche en la verbena, no llegan a la oración, lo que me hace
preguntarme qué hacer y si merece la pena presentarse para tan pocos. Los
presentes manifiestan su preocupación, pero el problema son los que no han
venido y por eso les invito a presentarse con alguno de los que hoy no han
venido, la semana que viene, traerlos de la mano.
Hemos
acabado con tiempo para recorrer el camino con tranquilidad hasta el siguiente
pueblo e incluso me permito darme una vuelta por el terreno que tenemos, pues
cae de paso. Son unas quince hectáreas en donde proyectamos construir varias
dependencias y dedicar un trozo a plantar árboles, pero por el momento está
salvaje y la maleza crece por todos los sitios. También hay algo de rendimiento
en la mandioca que se plantó y que por lo menos las hojas son grandes y los
tallos robustos, y esperemos que pronto se pueda cultivar.
En Towama
me encuentro con que no hay mucha gente y los que están llegan a la hora e
incluso tarde. El responsable les advierte de que lleguen a la hora. La realidad
es que ha muerto alguien en el pueblo y basta eso para que haya quien no viene a
la misa… Yo les recuerdo que es nuestro deber el encontrarnos con Dios cada
domingo y que el venir el domingo está bien pero no es suficiente… Y a partir de
aquí habrá que ver cuanta paciencia tenemos que tener para ir cambiando
costumbres.
La moto me
trae de nuevo a casa, y venimos cargados, pues hay dos cestas que nos han dado
en los pueblos con la comida preparada para el cura, lo que hacen cada domingo,
pero transportar cosas en una moto aquí es lo que se hace cada
día.
Cuando llego a casa Sergei que ha dicho las misas en la parroquia, está
durmiendo, pues se prepara para el viaje de vuelta y comemos mientras él duerme.
Después soy yo el que duerme y él quien come y luego sale de vuelta para la
capital. Cada uno tenemos nuestro horario y hoy no
coincidimos.
Intento
contactar con el mecánico del coche, pero el teléfono no está operativo, lo que
me dice que habrá que esperar hasta mañana y tener
paciencia.
Me tomo la tarde con calma y leo, además de preparar cosas para mañana y
encontrarme con el delegado de los estudiantes católicos de la universidad a
quien propongo que tenemos que tener un texto de catecismo para los estudiantes
a fin de que puedan tener una reflexión y la posibilidad de una fe adulta.
Parece que le agrada la propuesta y esperamos lo que se decida después de los
exámenes que ya los tienen encima.
Hay luz y tenemos conexión, lo que me permite leer el periódico y
escribir algunos correos, además de buen calor que te hace sudar y recuerda la
posibilidad de una buena lluvia en cualquier momento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario