Crónica del día de “los santos”
Me levanto temprano y salgo de casa poco más de las seis. Llego a destino
una hora más tarde, teniendo en cuenta el estado de los caminos y que he
recorrido diecisiete kilómetros, atravesando el puentecito del agujero de
marras...
En Nagoyon la gente me espera, aunque hoy hay algo muy especial. Han vivido una
noche de fiesta, celebraban el aniversario de la muerte del un viejo del pueblo,
un musulmán; y lo importante es que es alguien del pueblo, y aunque estuviera
viviendo solo, a la hora de la fiesta todos se suman.
El detalle que me dice que ha habido movimiento es ver el estado del
césped que hay en lo que es la zona cercana a la iglesia. Se ve que ha habido
“mucho juego”. Y creo que es una de
las cosas admirables de la gente de por aquí, el saber sumarse a la fiesta y
disfrutar en ella todo lo que se pueda.
Pero la
resaca también se hace presente y es lo primero que noto cuando llego. Me
saludan, pero se les nota mucho que no han dormido. No tienen la viveza de otros
días y la gente menuda en especial están gruñones e
importunos.
A pesar de esto, se guardan las formas y en la misa, que también nos
cuesta comenzar, los del coro tienen voces muy cascadas, pero están presentes y
cantan como mejor pueden; lo mismo que los que leen, a los que también se les
nota la afonía; pero todos mantienen la compostura y no veo a nadie que cabecee
o se duerma.
También es
verdad que, consciente de la circunstancia, trato de hacer las cosas fáciles y
una homilía “light” de forma que la cosa resulte más llevadera y que todos
podamos salir del paso sin mayores complicaciones. Cuando acabamos, pienso que
cada uno habrá intentado ir a recuperar las horas de sueño, pues hoy nadie se ha
apuntado para entrar en el vehículo y esto creo que es la primera vez que me
sucede.
Bastantes
de estas cosas las sé además de porque las veo, porque tengo la confianza
suficiente para preguntar a los que tengo más cercanos y me contestan con la
mayor naturalidad del mundo. Uno me ha dicho que se retiró más tarde de las
cuatro. Fue a dormir a su pueblo distante un kilómetro, y para las siete ya
estaba de nuevo de vuelta para la misa… Me explico que no le salieran bien las
frases de la lectura que hizo…
En el pueblo siguiente las cosas son muy diferentes. Han llegado a tiempo
y no han tenido celebraciones, aunque sí que hay algunos con catarro, pero es de
la lluvia que les pilló hace unos días en el camino de los campos a casa. Les
hablo de la esperanza que nos hacen vivir lo que nos han precedido y la
invitación a que con nuestra manera de vivir seamos dignos de reunirnos con
ellos un día y, sí parece que lo entienden pues por lo menos han logrado repetir
las ideas que les he dicho. Aquí lo he hecho en inglés y nadie me ha traducido,
como sí lo han hecho en la misa precedente.
Miro el reloj, pero me da margen bastante
de llegar al otro pueblo con tiempo
suficiente, y me permito el transporte de los que van andando por la
pista.
En el pueblo siguiente ya
me están esperando y comenzamos la celebración. Son bastante numerosos y
celebran la fiesta patronal un grupo de oración que tiene por patrono a san
Judas Tadeo, cuya fiesta ha sido el miércoles, pero la celebran hoy, domingo.
Tienen un paño especial para la fiesta y han preparado los cantos con la coral y
las lecturas con el grupo de la liturgia. Creo que es una buena cosa y les animo
a seguir en la brecha. Como sé que se reúnen para rezar de forma regular,
trataré de encontrarme con ellos de vez en cuando.
La fiesta también se nota a la hora de las ofrendas, donde los miembros
del grupo se presentan ataviados con sus trajes y trayendo cada uno un presente
en la procesión que de forma parsimoniosa y acompañada por el canto de la coral,
recorre el pasillo de la pequeña iglesia.
También le he hecho el comentario a la monja que reparte las comuniones,
que se puede hacer ayudar de este grupo
para que la acompañen. Hoy he querido hacerlo yo para que por lo menos de
vez en cuando, las personas mayores a las que se les lleva la comunión me vean y
sepan que me acuerdo de ellos. Y me ha sorprendido la alegría que han
manifestado al verme.
Con todo esto, el tiempo se ha ido pasando y cuando vuelvo a casa es más
de la una y media. Creo que la mañana ha sido completa y bien
empleada.
El domingo
la comida nos la suelen preparar en alguno de los pueblos a los que vamos a
decir misa y hoy no ha sido menos. El grupo de san Judas de Towama ha preparado
un buen cuenco de arroz blanco y otro con su salsa correspondiente con carne y
pescado juntos. Es algo típico de aquí el juntar así las cosas, pero creo que
eso también lo había visto en ciertas comidas inglesas. Tenía hambre y no me
hice de rogar. Comí el arroz con la salsa y la carne, lo primero que me salió, y
me eché la siesta, pues más tarde todavía tenía camino que
recorrer.
Preparé las cosas para la salida y me fui a Mattru, el pueblo con el que
he tenido varios intentos de reunión con los líderes y que hasta ahora no hemos
logrado encontrarnos. Y cuando llego al pueblo, lo primero que me encuentro es
el control de la policía. Un poli musulmán que me pide una biblia… Si saber
cómo, me le encuentro metido en el coche y, como ya tengo mucha experiencia en
el asunto, le llevo sin pestañear hasta lo que sirve de iglesia y desde allí
empezamos el recorrido que suelo hacer de visitar a los enfermos. Lo hago como
de costumbre, con calma y rezando con ellos. Creo que al poli le ha llamado la
atención y no se lo esperaba. Juntos volvemos hasta el puesto de control donde
entró en el vehículo y nos despedimos con un apretón de manos… Por lo menos
creemos que lo del ébola y lo de no tocarse, es algo que se puede considerar
pasado.
Vuelvo
visitando a otras familias y haciendo tiempo para la hora del rosario, que es a
las siete y ya es noche oscura. Hay un nutrido grupo de gente y me dicen que
aunque el mes de octubre ha acabado, han decidido continuar unos días más con el
rezo.
Finalizado
el rosario comenzamos la reunión que habíamos concertado y ninguno de los
líderes de la comunidad está presente. Me lo tomo con calma y veo lo que se
puede hacer. Me vuelven a preguntar por qué no vengo donde ellos el domingo por
la mañana a rezar y les explico, lo que ya les he dicho en otras reuniones, que
ha habido quien se les ha adelantado, que otros tres pueblos han venido a
pedirme que vaya a rezar con ellos.
A
estas alturas, llegan dos de los líderes de la comunidad y tratan de
justificarse. No le doy ninguna importancia y mantengo la calma. Me vuelven a
presentar los mismos argumentos y volvemos de nuevo sobre lo mismo tratado antes. Y finalmente me
sugieren volvernos a encontrar el próximo jueves, cosa que acepto y les digo que
no es la primera vez que me pasa que vengo y no les encuentro. Hoy me han
prometido y asegurado que estarán presentes.
También le hago saber a uno de los dos
que han venido, que espero que se presenten en buena forma y no como han venido
hoy, por lo menos uno de ellos que tenía más alcohol en el cuerpo de lo
necesario, algo que por lo que voy viendo no es raro en el personal. De vuelta a casa pido por ellos a Dios
mientras rezo el rosario, pues creo que un poco de oración a todos nos viene
bien.
Son
casi las diez y el día ha sido largo, pero creo que ha merecido la pena y estoy
contento de pensar en lo que he vivido hoy y en lo que me espera mañana, que
también tengo la celebración de los difuntos en otro pueblo. Y le pido al Señor
la fuerza para continuar con el trabajo, a la vez que le doy las gracias por lo
que me permite vivir con ellos y por poderlo compartir con vosotros. Gracias.
Antonio.
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