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domingo, 1 de noviembre de 2015

1 de Noviembre de 2015

Domingo

Crónica del día de “los santos”
      Me levanto temprano y salgo de casa poco más de las seis. Llego a destino una hora más tarde, teniendo en cuenta el estado de los caminos y que he recorrido diecisiete kilómetros, atravesando el puentecito del agujero de marras...
     En Nagoyon la gente me espera, aunque  hoy hay algo muy especial. Han vivido una noche de fiesta, celebraban el aniversario de la muerte del un viejo del pueblo, un musulmán; y lo importante es que es alguien del pueblo, y aunque estuviera viviendo solo, a la hora de la fiesta todos se suman.
      El detalle que me dice que ha habido movimiento es ver el estado del césped que hay en lo que es la zona cercana a la iglesia. Se ve que ha habido “mucho juego”. Y creo que  es una de las cosas admirables de la gente de por aquí, el saber sumarse a la fiesta y disfrutar en ella todo lo que se pueda.
       Pero la resaca también se hace presente y es lo primero que noto cuando llego. Me saludan, pero se les nota mucho que no han dormido. No tienen la viveza de otros días y la gente menuda en especial están gruñones e importunos.
      A pesar de esto, se guardan las formas y en la misa, que también nos cuesta comenzar, los del coro tienen voces muy cascadas, pero están presentes y cantan como mejor pueden; lo mismo que los que leen, a los que también se les nota la afonía; pero todos mantienen la compostura y no veo a nadie que cabecee o se duerma.
       También es verdad que, consciente de la circunstancia, trato de hacer las cosas fáciles y una homilía “light” de forma que la cosa resulte más llevadera y que todos podamos salir del paso sin mayores complicaciones. Cuando acabamos, pienso que cada uno habrá intentado ir a recuperar las horas de sueño, pues hoy nadie se ha apuntado para entrar en el vehículo y esto creo que es la primera vez que me sucede.
       Bastantes de estas cosas las sé además de porque las veo, porque tengo la confianza suficiente para preguntar a los que tengo más cercanos y me contestan con la mayor naturalidad del mundo. Uno me ha dicho que se retiró más tarde de las cuatro. Fue a dormir a su pueblo distante un kilómetro, y para las siete ya estaba de nuevo de vuelta para la misa… Me explico que no le salieran bien las frases de la lectura que hizo… 
     En el pueblo siguiente las cosas son muy diferentes. Han llegado a tiempo y no han tenido celebraciones, aunque sí que hay algunos con catarro, pero es de la lluvia que les pilló hace unos días en el camino de los campos a casa. Les hablo de la esperanza que nos hacen vivir lo que nos han precedido y la invitación a que con nuestra manera de vivir seamos dignos de reunirnos con ellos un día y, sí parece que lo entienden pues por lo menos han logrado repetir las ideas que les he dicho. Aquí lo he hecho en inglés y nadie me ha traducido, como sí lo han hecho en la misa precedente.
        Miro el reloj, pero me da margen bastante de llegar al otro pueblo  con tiempo suficiente, y me permito el transporte de los que van andando por la pista.
       En el pueblo siguiente ya me están esperando y comenzamos la celebración. Son bastante numerosos y celebran la fiesta patronal un grupo de oración que tiene por patrono a san Judas Tadeo, cuya fiesta ha sido el miércoles, pero la celebran hoy, domingo. Tienen un paño especial para la fiesta y han preparado los cantos con la coral y las lecturas con el grupo de la liturgia. Creo que es una buena cosa y les animo a seguir en la brecha. Como sé que se reúnen para rezar de forma regular, trataré de encontrarme con ellos de vez en cuando.
         La fiesta también se nota a la hora de las ofrendas, donde los miembros del grupo se presentan ataviados con sus trajes y trayendo cada uno un presente en la procesión que de forma parsimoniosa y acompañada por el canto de la coral, recorre el pasillo de la pequeña iglesia.
        También le he hecho el comentario a la monja que reparte las comuniones, que se puede hacer ayudar de este grupo  para que la acompañen. Hoy he querido hacerlo yo para que por lo menos de vez en cuando, las personas mayores a las que se les lleva la comunión me vean y sepan que me acuerdo de ellos. Y me ha sorprendido la alegría que han manifestado al verme.
      Con todo esto, el tiempo se ha ido pasando y cuando vuelvo a casa es más de la una y media. Creo que la mañana ha sido completa y bien empleada.
       El domingo la comida nos la suelen preparar en alguno de los pueblos a los que vamos a decir misa y hoy no ha sido menos. El grupo de san Judas de Towama ha preparado un buen cuenco de arroz blanco y otro con su salsa correspondiente con carne y pescado juntos. Es algo típico de aquí el juntar así las cosas, pero creo que eso también lo había visto en ciertas comidas inglesas. Tenía hambre y no me hice de rogar. Comí el arroz con la salsa y la carne, lo primero que me salió, y me eché la siesta, pues más tarde todavía tenía camino que recorrer.
        Preparé las cosas para la salida y me fui a Mattru, el pueblo con el que he tenido varios intentos de reunión con los líderes y que hasta ahora no hemos logrado encontrarnos. Y cuando llego al pueblo, lo primero que me encuentro es el control de la policía. Un poli musulmán que me pide una biblia… Si saber cómo, me le encuentro metido en el coche y, como ya tengo mucha experiencia en el asunto, le llevo sin pestañear hasta lo que sirve de iglesia y desde allí empezamos el recorrido que suelo hacer de visitar a los enfermos. Lo hago como de costumbre, con calma y rezando con ellos. Creo que al poli le ha llamado la atención y no se lo esperaba. Juntos volvemos hasta el puesto de control donde entró en el vehículo y nos despedimos con un apretón de manos… Por lo menos creemos que lo del ébola y lo de no tocarse, es algo que se puede considerar pasado.
       Vuelvo visitando a otras familias y haciendo tiempo para la hora del rosario, que es a las siete y ya es noche oscura. Hay un nutrido grupo de gente y me dicen que aunque el mes de octubre ha acabado, han decidido continuar unos días más con el rezo.
       Finalizado el rosario comenzamos la reunión que habíamos concertado y ninguno de los líderes de la comunidad está presente. Me lo tomo con calma y veo lo que se puede hacer. Me vuelven a preguntar por qué no vengo donde ellos el domingo por la mañana a rezar y les explico, lo que ya les he dicho en otras reuniones, que ha habido quien se les ha adelantado, que otros tres pueblos han venido a pedirme que vaya a rezar con ellos.
        A estas alturas, llegan dos de los líderes de la comunidad y tratan de justificarse. No le doy ninguna importancia y mantengo la calma. Me vuelven a presentar los mismos argumentos y volvemos de nuevo sobre  lo mismo tratado antes. Y finalmente me sugieren volvernos a encontrar el próximo jueves, cosa que acepto y les digo que no es la primera vez que me pasa que vengo y no les encuentro. Hoy me han prometido y asegurado que estarán presentes.
        También le hago saber a uno de los dos que han venido, que espero que se presenten en buena forma y no como han venido hoy, por lo menos uno de ellos que tenía más alcohol en el cuerpo de lo necesario, algo que por lo que voy viendo no es raro en el personal.  De vuelta a casa pido por ellos a Dios mientras rezo el rosario, pues creo que un poco de oración a todos nos viene bien.

        Son casi las diez y el día ha sido largo, pero creo que ha merecido la pena y estoy contento de pensar en lo que he vivido hoy y en lo que me espera mañana, que también tengo la celebración de los difuntos en otro pueblo. Y le pido al Señor la fuerza para continuar con el trabajo, a la vez que le doy las gracias por lo que me permite vivir con ellos y por poderlo compartir con vosotros. Gracias. Antonio.

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