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jueves, 5 de noviembre de 2015

5 de Noviembre de 2015

Jueves

Me cuesta mucho dormir. Me levanto tempano y voy a rezar con la gente de Mattru, como suelo hacer cada jueves. El camino está deteriorado y los que transportan cosas en la  cabeza para vender en Bo están presentes en el camino y son numerosos.
       La oración se hace como de costumbre. Al final leo el evangelio, que alguien traduce a la lengua local y el grupo, una docena, está contento de mi presencia. La vuelta a Bo es acompañada por quienes están dispuestos a encontrar un viaje gratis.
       Estoy organizando las cosas de la clase de lengua y me llama Daniel por teléfono para decirme que su hija de dos años acaba de morir en el hospital… Hacía una semana que estaba enferma y la había visitado un par de veces, pero nunca pensé en que las cosas iban a pasar tan rápido… Me dice que viene a retirar el cuerpo del hospital.
         Son esas experiencias dolorosas que vives y no sabes qué hacer ante una tal situación. Aquí tener hijos es muy corriente, pero perderlos es algo por desgracia también muy de las experiencias de cada día…
        Les acompaño a buscar a familiares y unos cuantos nos encontramos en la morga. Allí nos hacen esperar y dar vueltas, para al final llamar a los que se encargan de enterrar (seguimos con los protocolos del ébola a la hora de entierros) y dos coches realizan los trámites y el transporte hasta el pueblo. Por lo menos eso es lo que nos dicen que harán.
       Como ya se ha pasado mucho tiempo y allí no hago nada, sugiero que puedo llevar a los que quieran venir hasta el pueblo, pues en los coches del ébola no viaja más que el cadáver y así emprendo la marcha con la comitiva, que cuando llegamos es recibida por los lamentos de las mujeres y todas unidas manifiestan su dolor con la madre que acaba de perder a su hija.
       No veo la hora en que van a llegar los que traen el cadáver y como los trabajos para cavar la fosa han comenzado, me vuelvo a casa, pues también tengo trabajo por la tarde.
        Ha venido a verme Paul, salesiano cuyo padre está enfermo y que me acompaña en la comida. Después de un rato de siesta voy a Mattru, donde me espera una reunión y donde visito al matrimonio de ancianos cuyo marido tiene problemas serios de salud. Están encantados con la visita y les llevo algunos víveres, pues no tienen mucho que comer.
         La reunión no se celebra, pues los responsables no se presentan. Parece ser que es algo que sucede con una cierta frecuencia. Me pongo de acuerdo con los que han aparecido y que transmitan a los demás que estoy disponible para rezar con ellos el domingo por la tarde, algo que imagino que nos les agrada mucho, pero no puedo hacer otra cosa, pues por la mañana estoy presente en otros tres sitios y no hay espacio para un cuarto.

       La lluvia amenaza, pero por el momento se contiene. Hay electricidad, pero hoy no toca conexión, esperemos que mañana la conexión sea mejor que hoy.  

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