Me cuesta mucho dormir. Me levanto tempano y voy a rezar con la gente de
Mattru, como suelo hacer cada jueves. El camino está deteriorado y los que
transportan cosas en la cabeza para
vender en Bo están presentes en el camino y son numerosos.
La oración
se hace como de costumbre. Al final leo el evangelio, que alguien traduce a la
lengua local y el grupo, una docena, está contento de mi presencia. La vuelta a
Bo es acompañada por quienes están dispuestos a encontrar un viaje
gratis.
Estoy
organizando las cosas de la clase de lengua y me llama Daniel por teléfono para
decirme que su hija de dos años acaba de morir en el hospital… Hacía una semana
que estaba enferma y la había visitado un par de veces, pero nunca pensé en que
las cosas iban a pasar tan rápido… Me dice que viene a retirar el cuerpo del
hospital.
Son esas experiencias dolorosas que vives y no sabes qué hacer ante una
tal situación. Aquí tener hijos es muy corriente, pero perderlos es algo por
desgracia también muy de las experiencias de cada día…
Les
acompaño a buscar a familiares y unos cuantos nos encontramos en la morga. Allí
nos hacen esperar y dar vueltas, para al final llamar a los que se encargan de
enterrar (seguimos con los protocolos del ébola a la hora de entierros) y dos
coches realizan los trámites y el transporte hasta el pueblo. Por lo menos eso
es lo que nos dicen que harán.
Como ya se
ha pasado mucho tiempo y allí no hago nada, sugiero que puedo llevar a los que
quieran venir hasta el pueblo, pues en los coches del ébola no viaja más que el
cadáver y así emprendo la marcha con la comitiva, que cuando llegamos es
recibida por los lamentos de las mujeres y todas unidas manifiestan su dolor con
la madre que acaba de perder a su hija.
No veo la
hora en que van a llegar los que traen el cadáver y como los trabajos para cavar
la fosa han comenzado, me vuelvo a casa, pues también tengo trabajo por la
tarde.
Ha
venido a verme Paul, salesiano cuyo padre está enfermo y que me acompaña en la
comida. Después de un rato de siesta voy a Mattru, donde me espera una reunión y
donde visito al matrimonio de ancianos cuyo marido tiene problemas serios de
salud. Están encantados con la visita y les llevo algunos víveres, pues no
tienen mucho que comer.
La reunión no se celebra, pues los responsables no se presentan. Parece
ser que es algo que sucede con una cierta frecuencia. Me pongo de acuerdo con
los que han aparecido y que transmitan a los demás que estoy disponible para
rezar con ellos el domingo por la tarde, algo que imagino que nos les agrada
mucho, pero no puedo hacer otra cosa, pues por la mañana estoy presente en otros
tres sitios y no hay espacio para un cuarto.
La lluvia
amenaza, pero por el momento se contiene. Hay electricidad, pero hoy no toca
conexión, esperemos que mañana la conexión sea mejor que hoy.
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