Ha llovido varias veces durante la noche, pero por la mañana el ambiente
está calmado y el suelo seco. Me levanto temprano y voy a rezar con los
estudiantes a la universidad, pero la realidad es que hoy nadie aparece. Espero
pacientemente y me pongo en contacto con la monja y juntos vamos a Tikonko,
donde nos esperan para la misa, aunque eso de nos esperan es un decir pues
cuando llegamos cerca de la iglesia nadie está por allí.
Después de dar un poco de tiempo, vamos hacia el cementerio, que está muy
cerca de la casa del jefe y allí vemos que tienen las cosas preparadas para la
misa. Vendremos en procesión desde la iglesia. Hay una tirada, pero es factible,
y hacerse ver en procesión por el pueblo es interesante de vez en
cuando.
Para la hora prevista han ido llegando algunos feligreses. Otros se han
unido a lo largo de la procesión y al final somos unos ochenta. La misa
transcurre por los cauces normales y al final hay una aspersión de agua bendita
sobre las tumbas, en la que todos quieren participar, comenzando por el
jefe.
Con la misa y las ceremonias del cementerio terminadas, me vuelvo con la
monja hacia la universidad, pues tiene una clase y no quiere llegar tarde. Leo y
estudio un rato antes de comer y por la tarde sigo haciendo lo mismo, pues
preparar las lecturas del domingo es algo que suelo hacer desde el lunes, de
forma que me vaya acostumbrando a la lectura del evangelio en la lengua local
para que la gente me pueda entender.
Estamos a
media luz. Se ha acabado el crédito en uno de los dos edificios y mañana habrá
que pagar para poder seguir
disfrutando de los ratos de luz que solemos tener. Te puedes quejar de ellos,
pero encender un generador resulta cinco veces más caro que la luz de la ciudad
y lo encendemos cuando no tenemos otra posibilidad.
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