El harmatán
sigue, las noches son frescas, por decir algo, pero hay veinticinco grados en la
habitación… La gente aparece para la misa envuelta en ropa de abrigo y yo mismo
me he echado encima una cazadora de mangas, pero hacia las diez ya te sobra y al
mediodía sudas como todos los días.
Tenemos una reunión Samuel y yo y también intenta estar con el carpintero
que ha venido para arreglar una cerradura de una puerta que se ha roto. Intento
hablar con el obispo, pues hace días que quiero comentarle algo sobre los
pueblos, pero está con malaria y lo dejamos para la semana que viene. También
logro comunicarme con Sebastian, un indio que está en el grupo de los que
plantan árboles y hacen viveros y que me ha prometido varias veces que va a
venir. Esperemos que la semana que viene sea la
definitiva.
Coco
se ha levantado con un cierto amago de catarro, pero con ánimo y voluntad se
impone un trabajo férreo para acabar los informes y luego decide ir a ver la
zona del sur que planea tomar como campo de acción para la próxima
campaña.
Después de comer
me encuentro un rato con el representante de los alumnos católicos de la
universidad. Han acabado los exámenes finales y están de vacaciones y todo esto
con la distorsión que tuvo el curso el año pasado a cuenta del ébola. El nuevo curso dicen que comenzará en
enero, pero ya veremos la fecha…
Una
siesta ayuda a recuperar fuerzas y luego salimos hacia los pueblos. Hoy me
acompaña Samuel y vienen también la monja que vino la semana pasada y Cecilia
que hacía ya varias semanas que no venía. Dejamos a Samuel en Gbalehun y en
Cassama encontramos a la gente, algunos esperando y otros que se hacen esperar.
Las parejas no son muy numerosas, pero por lo menos voy viendo que el trabajo
que se hace no cae en el vacío y que son conscientes de que pueden hacer más y me piden que les
muestre la forma, algo que les voy repitiendo una vez tras
otra.
Me
prometen que la semana que viene las cosas van a cambiar y, si quiero soñar, por
lo menos me lo tengo que creer que así va a suceder. Al menos veo que tienen la
buena voluntad de hacer algo más y a eso les animo.
El camino
está polvoriento y comienzas los primeros fuegos en la hierba que comienza a
secarse. Por lo menos hasta ahora no nos hemos encontrado con nada que nos
impida el paso, pues hay veces que circular es complicado a cuenta de los
incendios que todo lo invaden.
En Gbalehun
Samuel ha jugado a fútbol con ellos y cuando llego me dice que está cansado, por
lo que dirijo la oración en la capilla y a la vuelta conduzco el coche para que
pueda descansar. Una ducha a la vuelta y una buena cena hacen el resto. Samuel
se va pronto a la cama, pues sigue cansado.
Estamos con luz y por ello
hago la crónica, pero hoy no toca conexión, así que paciencia y a ver cuando nos
toca.
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