Voy a rezar a Tikonko y encuentro el grupo de los asiduos, hoy menos mujeres que la semana pasada. En un cielo nublado es imposible ver las estrellas, a pesar de que lo intento. La misa nos anima a la misión y es lo que les hago ver que tenemos que ser misioneros en todo momento, cosa que no es evidente por aquí.
Traigo a los que vienen a la finca y estoy un buen rato con ellos, seguimos en la misma tónica y a la espera de que el lunes las cosas cambien un poco.
Salgo al mecánico por cuenta de una factura que hay que rehacer y luego voy a los protestantes para recabar información. Son ellos los que tienen la Palabra de Dios en mende y es a ellos a quienes quiero preguntar por disponibilidades, pues el domingo tendremos reunión de líderes de las comunidades y les quiero presentar lo serio de leer la Palabra de Dios como nos pide el Papa. Me llevo una sorpresa, pues los precios de los libros han bajado y tienen los libros a disposición, así que el domingo puedo presentar un programa claro de lectura de la Palabra de Dios. Otra cosa es a lo que vamos a llegar.
Después de la siesta voy a la finca donde los trabajadores ya no están. Los albañiles siguen en su trabajo, se están preparando los hierros para el depósito del agua a la vez que se está cavando para la implantación de los cimientos. Se ve que las cosas avanzan, aunque preferiría que fueran más rápidas, pero por lo menos avanzamos.
Traigo a los que dirigen la obra al hospital y vamos a ver a un enfermo. Parece que tiene diabetes. Rezo un momento delate y apenas sabe hacer el signo de la cruz… Vuelvo a los viajeros a su casa y me presento en casa a la hora de la novena, más o menos como ayer con saludos incluidos a los asistentes a salida.
Cena, veo en diferido un trozo de un partido de la liga y trato de conectarme, cosa no fácil hoy.
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