Me levanto a la hora de todos los días, pero hoy tengo
tiempo de preparar las cosas del viaje, ya que salimos a las siete. Viajo con
los que regresan a su país, España y Togo, Carmen y Santos a España y Fidele,
su ahijada de Togo.
He comenzado la narración, pero estoy bajo los efectos
secundarios del medicamento de la malaria y lo dejo para más tarde, a ver si me
aclaro un poco más, que ahora.
Viajamos a Freetown, una vez que se viene merece la pena
conocer la capital, vamos a la presencia salesiana y nos reciben con
delicadeza. Después de comer nos enseñan lo que hay del hogar de los chicos,
pues la mayoría están reintegrados en familia, vemos también el barrio en
construcción enfrente de casa, que se hace con la ayuda y el apoyo de la
comunidad; nos llevan después a ver el hogar de las chicas y se nos hace la
hora para ir hacia el ferry, aventura de atascos en la ciudad que no se
esperaban, pues cruzar a esta hora nos lleva más de hora y media, pero siempre
algo interesante para vivir y aprender, aunque me dicen que no quieren repetir
la experiencia del atasco. No les importa la del viaje por barco que les ha
parecido agradable, ver a tanta gente y vehículos abigarrados y a los
vendedores dando vueltas y más vueltas y el bullicio de la entrada y la salida
de las que sacan fotos numerosas.
En Lungui nos reciben amablemente, vamos a cenar fuera como
despedida y después preparan las maletas y les dejo en el aeropuerto sin mayor
dificultad mientras me vuelvo a casa a dormir y sudar antes de salir temprano
hacia Bo, donde me presento sin problemas y dispuesto a viajar a Kenema donde
tenemos el funeral por el obispo de la ciudad que ha fallecido.
Es un acontecimiento en el que está presente hasta el
presidente del gobierno y representantes
de muchas instituciones del país y delegaciones del extranjero. La
ceremonia está bien organizada y llevada con ritmo hasta que en las despedidas
alguien de la familia se pasa más de media hora hablando, pero es lo que pasa
por aquí. Estamos más de tres horas y nos volvemos con hambre y con sed y
contentos de haber participado en la ceremonia.
He olvidado las luces del vehículo encendidas, pues había
niebla, y el mecánico me ayuda a arrancarle de nuevo y voy a ver lo que pasa en
la finca donde los albañiles trabajan y el agua está de nuevo en precario, pues
se ha roto el grifo en el cambio que han hecho de apoyos del depósito.
Los viajeros me comunican que han hecho un buen viaje,
aunque han perdido una conexión y han llegado más tarde de lo previsto, pero
todo ha llegado bien a destino, maletas incluidas.
Sigo sudando y bajo los efectos secundarios de la malaria,
pero eso es lo que pasa cuando tomas pastillas.
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