He dormido bastante bien y parece que estoy en forma. Me
levanto tarde, pero no importa porque hoy es primer sábado de mes y toca
limpieza del barrio y nadie viaja. Rezo un buen rato en la iglesia y comienzo a
sentir efectos secundarios no muy agradables, calambres, sudores fríos, mal
sabor de boca… Me tomo algo de desayuno y me paso la mañana en la habitación
entre la cama y labores de limpieza y lectura.
Como y descanso un rato y me llaman que cuentan con mi
transporte, el marido de la mujer que está en el hospital con el bebé recién
nacido y otros que han venido por otros asuntos. Son del grupo de las parejas y
estoy encantado de hacerles el servicio.
Mientras viajamos ya tenemos la costumbre de rezar y creo
que a todos nos viene bien la cosa para ponernos a tono y estar disponibles.
Llegamos a Nagoyon y hoy han lavado la iglesia. Por lo menos no hay polvo. Las
parejas van viniendo, bastantes tarde. Hay siete enteras y varios medios que
dan sus explicaciones. Me parece que van tomando conciencia poco a poco de su
responsabilidad y que quieren ser actores de su vida de cada día. Ocasiones
para ello no faltan. Ahora mismo hay varios metidos en un jaleo sobre la
desaparición de un joven del pueblo, parece ser que muerto para hacer
ceremonias rituales y están muy
interesados en que aparezcan los implicados…
En Tikonko me encuentro también con siete parejas, alguna
que viene por primera vez, otra de un matrimonio, ella es ciega, el marido es
musulmán y hoy les han traído en una moto y yo les vuelvo a casa en el
vehículo… Parece que las cosas van prendiendo y esperemos que permanezcan.
Tras cenar, sigo con los malestares y me vengo a la
habitación, pero no por ello dejo de hacer lo que debo, porque pienso que
cuanto más caso hago a los efectos secundarios, peor me encuentro, y si puedo
esquivarles, o por lo menos intentarlo, acabarán cesando.
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