Me levanto sin luz, pero la linterna funciona. Voy a rezar a
Nagoyon donde Hay un buen grupo que llega tarde. Hay niebla y es difícil calcular
la hora cuando no se ve el sol.
Como no tengo prisa, hoy hago una homilía más larga y
alguien me traduce. Desciendo a detalles concretos de la vida de cada día de la
comunidad y animo a cada uno a tomar sus
responsabilidades. Por lo menos han escuchado lo que les digo, otra cosa será
lo que intenten hacer y lo que les salga. Voy a buscar al maestro de Balei y le
reintegro a su sitio al finalizar la misa.
Hay unos cuantos que vienen a Tikonko y me paso por la
iglesia pensando en lo del año pasado, que no hubo nadie presente y me encuentro
con un grupo de adultos tratando de
rezar y en vista de lo cual celebramos la misa con cierta calma y animado a los
presentes a vivir la vida familiar como un reto y a rezar juntos en familia y
en comunidad.
En casa me encuentro a Carmen que está un poco triste por el
recuerdo de la muerte reciente de su madre y trato de animarla. Después comemos
y una buena siesta arregla muchos cansancios.
Me llega la noticia de la muerte de Valerio, el salesiano
que ha pasado muchos años en África y con quien compartí seis años en Cinkansé
y de quien guardo un muy grato recuerdo. Pedimos por su eterno descanso.
Hay una mujer de Tikonko que ha dado a luz y vamos a verla
al hospital, lo que le da una gran alegría. La criatura, una niña, ha tenido
algún contratiempo y está en observación, pero es posible que mañana tengan el
alta y les he prometido llevar a madre e hija a su pueblo.
Sigo leyendo un rato y luego la salida con Santos y Carmen a
tomar una bebida antes de cenar un poco de lo que nos han traído durante el
día.
La noticia de la muerte de Valerio nos ha dejado un poco
serios, a pesar de que era algo que sabíamos y esperábamos, pero nunca quieres
que llegue.
La cena, las noticias y la conexión a internet ponen fin a
la jornada primera del año
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