Crónica de las experiencias vividas en Bo (Sierra Leona) por el misionero salesiano Antonio Gutiérrez
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martes, 23 de abril de 2019
23 de Abril de 2019
Martes
Salgo con ánimos
hacia Nagoyon. He encontrado una moto que me lleva y veo que tiene buen ritmo,
aunque me ha dicho que no sabe el camino, por lo que le digo que no se preocupe
que yo sé bien donde voy.
Sorpresa: pasado
Tikonko, se para, apaga el motor y me dice que nos volvemos a Tikonko que él no
va más adelante… Me sorprende, pero veo que lo que tiene es miedo a lo que no
conoce, y que aún sin amanecer no entrará en sitio que no ha estado antes. Me
apeo y, mochila en ristre, emprendo el camino a pie. Me quedan cinco
kilómetros, pero no tengo otra opción, aunque llegue tarde.
No sé qué habrá
pensado el de la moto de un tío que se mete en la selva siendo de noche… porque
eso no lo harán nunca los que no conocen el sitio.
Llego a destino un
rato tarde y sudando. Les explico que hubo un problema, pido disculpas y todos contentos. No hay mucha gente en la
misa porque los maestros van a clase ahora que los alumnos están de vacaciones
y otros tienen trabajo en la finca.
Problema es después
de misa a ver donde logro encontrar una moto y además no hay cobertura en el
teléfono… Pero Daniel me consigue que se presente uno y que me lleve al pueblo
donde están cavando el pozo y que no tiene camino, sino un sendero.
Se alegran al
vernos, veo que han comenzado a trabajar temprano y que siguen con cierta
dificultad, pues la tierra tiene piedras y es duro el trabajo. Les animo en lo
que hacen, les felicito por el trabajo y les hablo de preparar las piedras y la
arena, cosa que prometen hacer.
Vuelta por el mismo
sendero, encontramos otro cliente que viene a Bo y ya somos tres en la moto, de
lo más normal por aquí, pues las hay con cuatro y cinco… y no sé cómo
encuentran sitio para todos. Pasamos por la finca y saludo a los que trabajan
además de ver que los anacardos están regados y creciendo cada día.
En casa desayuno,
reparto unos libros, voy a ver al carpintero, paso por el college y hoy sí que están
los maestros, aunque como están en clase no les quiero distraer. Me siento
cansado y llamo al masajista, que hoy sí responde y me dice que vendrá más
tarde. Tengo un rato de conversación con Joseph. Hay cosas en las que no
coincidimos, pero el diálogo es fluido y franco.
Después de comer
espero al masajista que acaba llegando, me da una buena sesión y también logro
dormir un rato, con lo que me encuentro creo en bastante buena forma. Ha venido
además el fontanero que me ayuda a ordenar la habitación y limpiar el polvo,
con lo que el tiempo se nos echa encima y no da para más.
Oración, cena,
noticias y crónica, componen el fin del día.
Salgo con ánimos
hacia Nagoyon. He encontrado una moto que me lleva y veo que tiene buen ritmo,
aunque me ha dicho que no sabe el camino, por lo que le digo que no se preocupe
que yo sé bien donde voy.
Sorpresa: pasado
Tikonko, se para, apaga el motor y me dice que nos volvemos a Tikonko que él no
va más adelante… Me sorprende, pero veo que lo que tiene es miedo a lo que no
conoce, y que aún sin amanecer no entrará en sitio que no ha estado antes. Me
apeo y, mochila en ristre, emprendo el camino a pie. Me quedan cinco
kilómetros, pero no tengo otra opción, aunque llegue tarde.
No sé qué habrá
pensado el de la moto de un tío que se mete en la selva siendo de noche… porque
eso no lo harán nunca los que no conocen el sitio.
Llego a destino un
rato tarde y sudando. Les explico que hubo un problema, pido disculpas y todos contentos. No hay mucha gente en la
misa porque los maestros van a clase ahora que los alumnos están de vacaciones
y otros tienen trabajo en la finca.
Problema es después
de misa a ver donde logro encontrar una moto y además no hay cobertura en el
teléfono… Pero Daniel me consigue que se presente uno y que me lleve al pueblo
donde están cavando el pozo y que no tiene camino, sino un sendero.
Se alegran al
vernos, veo que han comenzado a trabajar temprano y que siguen con cierta
dificultad, pues la tierra tiene piedras y es duro el trabajo. Les animo en lo
que hacen, les felicito por el trabajo y les hablo de preparar las piedras y la
arena, cosa que prometen hacer.
Vuelta por el mismo
sendero, encontramos otro cliente que viene a Bo y ya somos tres en la moto, de
lo más normal por aquí, pues las hay con cuatro y cinco… y no sé cómo
encuentran sitio para todos. Pasamos por la finca y saludo a los que trabajan
además de ver que los anacardos están regados y creciendo cada día.
En casa desayuno,
reparto unos libros, voy a ver al carpintero, paso por el college y hoy sí que están
los maestros, aunque como están en clase no les quiero distraer. Me siento
cansado y llamo al masajista, que hoy sí responde y me dice que vendrá más
tarde. Tengo un rato de conversación con Joseph. Hay cosas en las que no
coincidimos, pero el diálogo es fluido y franco.
Después de comer
espero al masajista que acaba llegando, me da una buena sesión y también logro
dormir un rato, con lo que me encuentro creo en bastante buena forma. Ha venido
además el fontanero que me ayuda a ordenar la habitación y limpiar el polvo,
con lo que el tiempo se nos echa encima y no da para más.
Oración, cena,
noticias y crónica, componen el fin del día.
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