Vistas de página en total

martes, 23 de abril de 2019

23 de Abril de 2019

Martes


Salgo con ánimos hacia Nagoyon. He encontrado una moto que me lleva y veo que tiene buen ritmo, aunque me ha dicho que no sabe el camino, por lo que le digo que no se preocupe que yo sé bien donde voy.

Sorpresa: pasado Tikonko, se para, apaga el motor y me dice que nos volvemos a Tikonko que él no va más adelante… Me sorprende, pero veo que lo que tiene es miedo a lo que no conoce, y que aún sin amanecer no entrará en sitio que no ha estado antes. Me apeo y, mochila en ristre, emprendo el camino a pie. Me quedan cinco kilómetros, pero no tengo otra opción, aunque llegue tarde.

No sé qué habrá pensado el de la moto de un tío que se mete en la selva siendo de noche… porque eso no lo harán nunca los que no conocen el sitio.

Llego a destino un rato tarde y sudando. Les explico que hubo un problema, pido disculpas  y todos contentos. No hay mucha gente en la misa porque los maestros van a clase ahora que los alumnos están de vacaciones y otros tienen trabajo en la finca.

Problema es después de misa a ver donde logro encontrar una moto y además no hay cobertura en el teléfono… Pero Daniel me consigue que se presente uno y que me lleve al pueblo donde están cavando el pozo y que no tiene camino, sino un sendero.

Se alegran al vernos, veo que han comenzado a trabajar temprano y que siguen con cierta dificultad, pues la tierra tiene piedras y es duro el trabajo. Les animo en lo que hacen, les felicito por el trabajo y les hablo de preparar las piedras y la arena, cosa que prometen hacer.

Vuelta por el mismo sendero, encontramos otro cliente que viene a Bo y ya somos tres en la moto, de lo más normal por aquí, pues las hay con cuatro y cinco… y no sé cómo encuentran sitio para todos. Pasamos por la finca y saludo a los que trabajan además de ver que los anacardos están regados y creciendo cada día.

En casa desayuno, reparto unos libros, voy a ver al carpintero, paso por el college y hoy sí que están los maestros, aunque como están en clase no les quiero distraer. Me siento cansado y llamo al masajista, que hoy sí responde y me dice que vendrá más tarde. Tengo un rato de conversación con Joseph. Hay cosas en las que no coincidimos, pero el diálogo es fluido y franco.

Después de comer espero al masajista que acaba llegando, me da una buena sesión y también logro dormir un rato, con lo que me encuentro creo en bastante buena forma. Ha venido además el fontanero que me ayuda a ordenar la habitación y limpiar el polvo, con lo que el tiempo se nos echa encima y no da para más.

Oración, cena, noticias y crónica, componen el fin del día.


No hay comentarios:

Publicar un comentario