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domingo, 18 de mayo de 2014

18 de Mayo de 2014

Domingo

Los domingos toca madrugar y eso hacemos. Dejo a Jos en Tikonko y voy a Valehun. Mientras estaba saludando a la gente por las casas nos ha llegado la lluvia, pero pronto se paró y los feligreses fueron viniendo.
       A medida que pasa el tiempo nos vamos conociendo mejor y nos vamos dando cuenta de lo que cada uno tenemos que hacer. Veo una mayor colaboración y comprensión por parte de la gente y un sentirse a gusto en la celebración y en la homilía, que es participada, y en la que la gente interviene de forma positiva y el número de presentes aumenta. Hoy había más de ochenta, la mayoría niños.
       A la salida de la misa me dicen que hay alguien enfermo que necesita transporte y cuando vamos a su casa, ya han salido a pie y me dicen que encontraré a la gente por el camino… Un trozo más adelante veo dos mujeres que, como no hablan inglés, no puedo saber lo que pasa, pero entran en el vehículo y delante hay otras tres que también entran, una de las cuales tiene un móvil con una música que… pensaba que estaría bien que se le agotara la batería, pero no, nos duró todo el viaje.
        Llegados a Tikonko, se bajaron del vehículo y yo seguí hacia el otro pueblo. Espero que les haya ido bien. El no poder hablar aún la lengua te limita muchas veces a ser un espectador de lo que pasa y no comprender lo que querrías por no poder preguntar, pero la paciencia también hay que ejercitarla a veces a la fuerza.
        En el pueblo siguiente tengo la misma sensación. El número de feligreses aumenta. Hoy había unos noventa y casi la mitad adultos, algo que me han hecho ver cuando en la homilía estábamos compartiendo preguntas y respuestas. La gente está contenta de la situación y yo me doy cuenta que la presencia regular es algo que ayuda mucho a la gente y los que antes estaban adormilados, se van despertando por el hecho de que tú estás presente y cercano de ellos.
        Hoy en Tikonko nos han preparado menú y nos lo hemos traído para comer en casa. Arroz y salsa con carne y pescado. Estaba bastante picante, pero de muy buen sabor y lo comimos con gusto.
       Después de una buena siesta y leer un rato salgo hacia el pueblo de la tarde, Lembema. Dudo al principio, pues hemos tenido un chaparrón, pero veo que pronto el cielo está ya despejado y me pongo en ruta. La realidad es que el chaparrón era muy local y ya por el camino ni había llovido.

        En el pueblo, al que he ido dos veces esta semana a rezar el rosario con ellos, me encuentro al maestro que siempre suele venir, que está en cama. Le visito, le saludo y le prometo que rezaremos por él. Luego encuentro al otro maestro y unos cuantos críos. Después de darnos unas vueltas por el pueblo, acabamos yendo a la escuela, el sitio donde nos reunimos los domingos, pero hoy no han venido más que el maestro y unos cuantos críos… A veces no sabes o no comprendes reacciones. Te lo tienes que tomar con paciencia y ver lo que puedes ir haciendo.

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