Los
domingos toca madrugar y eso hacemos. Dejo a Jos en Tikonko y voy a Valehun.
Mientras estaba saludando a la gente por las casas nos ha llegado la lluvia,
pero pronto se paró y los feligreses fueron viniendo.
A medida
que pasa el tiempo nos vamos conociendo mejor y nos vamos dando cuenta de lo que
cada uno tenemos que hacer. Veo una mayor colaboración y comprensión por parte
de la gente y un sentirse a gusto en la celebración y en la homilía, que es
participada, y en la que la gente interviene de forma positiva y el número de
presentes aumenta. Hoy había más de ochenta, la mayoría niños.
A la
salida de la misa me dicen que hay alguien enfermo que necesita transporte y
cuando vamos a su casa, ya han salido a pie y me dicen que encontraré a la gente
por el camino… Un trozo más adelante veo dos mujeres que, como no hablan inglés,
no puedo saber lo que pasa, pero entran en el vehículo y delante hay otras tres
que también entran, una de las cuales tiene un móvil con una música que… pensaba
que estaría bien que se le agotara la batería, pero no, nos duró todo el
viaje.
Llegados a Tikonko, se bajaron del vehículo y yo seguí hacia el otro
pueblo. Espero que les haya ido bien. El no poder hablar aún la lengua te limita
muchas veces a ser un espectador de lo que pasa y no comprender lo que querrías
por no poder preguntar, pero la paciencia también hay que ejercitarla a veces a
la fuerza.
En
el pueblo siguiente tengo la misma sensación. El número de feligreses aumenta.
Hoy había unos noventa y casi la mitad adultos, algo que me han hecho ver cuando
en la homilía estábamos compartiendo preguntas y respuestas. La gente está
contenta de la situación y yo me doy cuenta que la presencia regular es algo que
ayuda mucho a la gente y los que antes estaban adormilados, se van despertando
por el hecho de que tú estás presente y cercano de ellos.
Hoy
en Tikonko nos han preparado menú y nos lo hemos traído para comer en casa.
Arroz y salsa con carne y pescado. Estaba bastante picante, pero de muy buen
sabor y lo comimos con gusto.
Después de
una buena siesta y leer un rato salgo hacia el pueblo de la tarde, Lembema. Dudo
al principio, pues hemos tenido un chaparrón, pero veo que pronto el cielo está
ya despejado y me pongo en ruta. La realidad es que el chaparrón era muy local y
ya por el camino ni había llovido.
En
el pueblo, al que he ido dos veces esta semana a rezar el rosario con ellos, me
encuentro al maestro que siempre suele venir, que está en cama. Le visito, le
saludo y le prometo que rezaremos por él. Luego encuentro al otro maestro y unos
cuantos críos. Después de darnos unas vueltas por el pueblo, acabamos yendo a la
escuela, el sitio donde nos reunimos los domingos, pero hoy no han venido más
que el maestro y unos cuantos críos… A veces no sabes o no comprendes
reacciones. Te lo tienes que tomar con paciencia y ver lo que puedes ir
haciendo.
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