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martes, 6 de mayo de 2014

6 de Mayo de 2014

Martes

Esta mañana hemos celebrado la misa de Domingo Savio. No teníamos ningún libro ni referencia, pero por lo menos nos hemos acordado de él y le hemos pedido que siga ayudando a la juventud.
      Por la mañana después de barrer insectos y especialmente alas, estudio un buen rato la lengua. Luego me vienen a ver los del pozo y con la monja intentamos llegar a una solución para acabar lo que hay hecho.
       Yo aprovecho para hablar y conocer de cerca al encargado de la gente que trabajaba en el pozo. Hace ocho años que está en este trabajo y veo que tiene interés en las cosas y buena disposición, que ya es algo interesante. Para el resto iremos viendo y contaremos con las últimas directrices de la monja.
         Después de comer voy a pueblos. El primero al  que voy, Lembema, me han prometido que rezan el rosario hacia las cuatro, y cuando me presento, constato que no hay tal; además el maestro está bastante cargado, lo que me hace ver la necesidad de contar con alguien más apropiado para la labor de reunir a los otros. Pediremos a María que Ella se encargue de guiarnos en la decisión a tomar y de encontrar la persona que necesitamos.
       En el pueblo siguiente, el del catequista, encuentro al catequista disponible y tratamos de trabajar un poco en la lengua, pero sin tardar aparecen las parejas, cosa que no me esperaba y lo que no pudimos hacer en la reunión del sábado, lo podemos hacer hoy. Yo aprovecho para hacerles ver una serie de detalles a tener en cuenta en su relación, especialmente remarcar lo positivo del otro y tenerle siempre en cuenta.
       Lo que esperaba como comunicación el sábado, sucede hoy y cada pareja habla con alegría de la experiencia que viven juntos. El primero que habla, con mucha dificultad de expresarse en inglés, pero haciendo verdaderos esfuerzos, dice que su mujer, que está en los últimos días de su embarazo, estaba con gran dolor de cabeza y que no sabían qué hacer y los dos juntos se pusieron de rodillas y rezaron con fe y el dolor de cabeza se le pasó…
       Otra pareja habla de que la mujer ha ido a casa de su madre y que cuando antes pasaba una cosa así, siempre le costaba volver de nuevo donde su marido y él tenía que incluso ir a buscarla. Esta vez se fue y se hablaron por teléfono y, como su madre estaba enferma y necesitaba su ayuda, se entendieron por teléfono y ella estuvo unos días más, pero a la vuelta para los dos el encontrarse fue una fiesta y los hijos estaban también muy contentos.
        Otro habla de su experiencia después de una enfermedad seria en la que su esposa ha estado siempre a su lado y de la alegría que tienen los dos de vivir y estar juntos y rezar a Dios y darle gracias cada día por el don de la vida y por vivir esta experiencia de compartir juntos.
       Una cuarta habla de la situación de cierta liberación este año al poder trabajar su campo solos ellos, no con otros miembros de la familia como pasaba los años anteriores. Y ahora que los dos se entienden y se ayudan, están la mar de contentos con lo que hacen juntos.
       Lo que no había podido escuchar el sábado lo he escuchado hoy y le he dado gracias a Dios que me permite vivir estos momentos tan especiales con estas parejas que están disfrutando de una vida con un nuevo sentido, que es compartir entre ellos la vida y el amor que Dios nos da.
       Les hago ver que lo que están viviendo ellos no tienen derecho a quedarse con ello, sino que lo tienen que compartir y quedamos de acuerdo que en vez de encontrarnos dos veces por semana, lo vamos a hacer una vez, pero el otro día le van a utilizar para ir a rezar a las casas con otras parejas en el pueblo, cosa que me dicen que están dispuestos a hacer.
       Después de la reunión tenemos el rosario, que rezamos en casa de uno de los matrimonios que han participado en la reunión. Hay unas cuarenta personas y al anochecer, con el calendario de María Auxiliadora presidiendo el rosario, le pido que bendiga a todos y cada uno de los presentes y los ausentes, Al final del rosario les doy la bendición y les recuerdo que la lleven a los que más necesidad tengan de ella en casa.
       Cuando vuelvo para  casa, una de las parejas me regala una piña enorme. Están agradecidos porque les he ayudado en momentos de enfermedad, complicados para ellos. Y aunque es más tarde de las ocho y media, siempre hay candidatos a viajar. Hoy he encontrado a varios en camino que cuando les  montas en el vehículo están más que contentos.

        Al final, llegando a casa, estoy cansado, pero me siento contento de lo vivido con unos y con otros y le doy las gracias a Dios que me permite vivir estas experiencias en primera persona y también compartirlas con vosotros.

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