Esta
mañana hemos celebrado la misa de Domingo Savio. No teníamos ningún libro ni
referencia, pero por lo menos nos hemos acordado de él y le hemos pedido que
siga ayudando a la juventud.
Por la mañana
después de barrer insectos y especialmente alas, estudio un buen rato la lengua.
Luego me vienen a ver los del pozo y con la monja intentamos llegar a una
solución para acabar lo que hay hecho.
Yo
aprovecho para hablar y conocer de cerca al encargado de la gente que trabajaba
en el pozo. Hace ocho años que está en este trabajo y veo que tiene interés en
las cosas y buena disposición, que ya es algo interesante. Para el resto iremos
viendo y contaremos con las últimas directrices de la monja.
Después de comer voy a pueblos. El primero al que voy, Lembema, me han prometido que
rezan el rosario hacia las cuatro, y cuando me presento, constato que no hay
tal; además el maestro está bastante cargado, lo que me hace ver la necesidad de
contar con alguien más apropiado para la labor de reunir a los otros. Pediremos
a María que Ella se encargue de guiarnos en la decisión a tomar y de encontrar
la persona que necesitamos.
En el
pueblo siguiente, el del catequista, encuentro al catequista disponible y
tratamos de trabajar un poco en la lengua, pero sin tardar aparecen las parejas,
cosa que no me esperaba y lo que no pudimos hacer en la reunión del sábado, lo
podemos hacer hoy. Yo aprovecho para hacerles ver una serie de detalles a tener
en cuenta en su relación, especialmente remarcar lo positivo del otro y tenerle
siempre en cuenta.
Lo que
esperaba como comunicación el sábado, sucede hoy y cada pareja habla con alegría
de la experiencia que viven juntos. El primero que habla, con mucha dificultad
de expresarse en inglés, pero haciendo verdaderos esfuerzos, dice que su mujer,
que está en los últimos días de su embarazo, estaba con gran dolor de cabeza y
que no sabían qué hacer y los dos juntos se pusieron de rodillas y rezaron con
fe y el dolor de cabeza se le pasó…
Otra
pareja habla de que la mujer ha ido a casa de su madre y que cuando antes pasaba
una cosa así, siempre le costaba volver de nuevo donde su marido y él tenía que
incluso ir a buscarla. Esta vez se fue y se hablaron por teléfono y, como su
madre estaba enferma y necesitaba su ayuda, se entendieron por teléfono y ella
estuvo unos días más, pero a la vuelta para los dos el encontrarse fue una
fiesta y los hijos estaban también muy contentos.
Otro
habla de su experiencia después de una enfermedad seria en la que su esposa ha
estado siempre a su lado y de la alegría que tienen los dos de vivir y estar
juntos y rezar a Dios y darle gracias cada día por el don de la vida y por vivir
esta experiencia de compartir juntos.
Una cuarta
habla de la situación de cierta liberación este año al poder trabajar su campo
solos ellos, no con otros miembros de la familia como pasaba los años
anteriores. Y ahora que los dos se entienden y se ayudan, están la mar de
contentos con lo que hacen juntos.
Lo que no
había podido escuchar el sábado lo he escuchado hoy y le he dado gracias a Dios
que me permite vivir estos momentos tan especiales con estas parejas que están
disfrutando de una vida con un nuevo sentido, que es compartir entre ellos la
vida y el amor que Dios nos da.
Les hago
ver que lo que están viviendo ellos no tienen derecho a quedarse con ello, sino
que lo tienen que compartir y quedamos de acuerdo que en vez de encontrarnos dos
veces por semana, lo vamos a hacer una vez, pero el otro día le van a utilizar
para ir a rezar a las casas con otras parejas en el pueblo, cosa que me dicen
que están dispuestos a hacer.
Después de
la reunión tenemos el rosario, que rezamos en casa de uno de los matrimonios que
han participado en la reunión. Hay unas cuarenta personas y al anochecer, con el
calendario de María Auxiliadora presidiendo el rosario, le pido que bendiga a
todos y cada uno de los presentes y los ausentes, Al final del rosario les doy
la bendición y les recuerdo que la lleven a los que más necesidad tengan de ella
en casa.
Cuando
vuelvo para casa, una de las
parejas me regala una piña enorme. Están agradecidos porque les he ayudado en
momentos de enfermedad, complicados para ellos. Y aunque es más tarde de las
ocho y media, siempre hay candidatos a viajar. Hoy he encontrado a varios en
camino que cuando les montas en el
vehículo están más que contentos.
Al
final, llegando a casa, estoy cansado, pero me siento contento de lo vivido con
unos y con otros y le doy las gracias a Dios que me permite vivir estas
experiencias en primera persona y también compartirlas con vosotros.
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