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miércoles, 7 de mayo de 2014

7 de Mayo de 2014

Miércoles

Hoy hemos tenido algo inesperado. Hacia la una de la mañana se han encendido las luces. Es algo que nos ha pillado por sorpresa. Cuando me despierto y veo la luz y no oigo el ruido del generador, me doy cuenta que ha vuelto la luz. Ya estábamos tan acostumbrados a vivir sin ella que ni pensábamos que algo así iba a suceder. Pero la alegría dura poco, porque a las seis en punto de la mañana se ha ido y no ha vuelto en todo el día.
       La mañana la dedico a estudiar, además de hacer alguna otra cosa, así como un buen rato de la tarde. Hay que tomar las cosas con calma, pero cuando a algo le dedicas tiempo, acaba saliendo adelante.
         Por la tarde he ido a Valehum para rezar el rosario. Como he llegado con tiempo, me dedico a pasearme por un sitio y por otro para conocer. La gente te saluda con afecto y es en ese momento cuando puedes tener una charla con uno o con otro. Hoy, después de haber dado una vuelta por el camino con una docena de críos alrededor, me he sentado a desgranar cacahuetes con alguien que está preparando las cosas para luego plantarlos.
       Después de un rato hablando de uno y otro asunto, acaba diciéndome que él no viene a las reuniones con las parejas porque tiene dos mujeres y no piensa que puede despedir a una. Me parece una persona seria y cuando seguimos hablando me explica que su familia es musulmana, pero él creció en la capital y allí estuvo con los metodistas y luego, aquí como los metodistas se marcharon y vinieron los católicos, pues es con ellos con quienes se encuentra a gusto y reza.
       Creo que me ha hablado así porque varias veces nos hemos visto de cerca y hemos hablado y se ha sentido con confianza para compartir lo que está viviendo. Yo le agradezco la confianza y le animo a que rece a Dios y que le ilumine, a la vez que le prometo rezar por él, cosa que agradece sinceramente.
       El rosario es en una casa en medio del pueblo. Hay una treintena entre niños y adultos. La oración es sencilla y concisa y al final les doy la bendición, animándoles a llevarla a todas y cada una de las personas que en casa tengan necesidad.
      Uno de los maestros me dice que su madre está enferma, que si la puedo transportar a Bo. Vamos con el vehículo cerca de casa y en el asiento trasero cargamos a la señora con unos cuantos bultos. Todo el camino trato de venir con cuidado, pues los baches, que ahora son charcos, los desniveles de terreno y los arroyos son numerosos y hacen que el vehículo salte más de lo conveniente para una persona de avanzado edad y muy débil.

      El camino es sin percances y en Bo, el acompañante la baja arrastrándola y la deposita en plena acera. Veo las cosas desde el volante del coche y tampoco me puedo bajar a ayudarle porque ni me ha dado tiempo. Luego veo que ha llamado a alguien para ayudarle y, como no quiero seguir perturbando el tráfico, pues estoy aparcado en la calzada, sigo mi camino. Por lo menos les deseo buen final del día.

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