Domingo y salir
temprano van de la mano. Jos se queda en Tikonko y yo voy a Valehun. La pista
está mojada, pero practicable. La gente va viniendo, los que vienen, pues hay
una ceremonia tradicional con procesión incluida y las mujeres que suelen estar
en la iglesia, hoy están en la procesión, lo que nos hace ver que la religión
tradicional es algo que aún tira enormemente y que si quieres meter a Jesús en
sus vidas, te lo tienes que tomar a largo plazo y con catecismo bien
sólido.
Por lo menos la
celebración es alegre y festiva, la homilía participada y los maestros que hoy
están presentes, se sienten aludidos en el ejemplo que les pongo para la
comprensión de la Palabra, pues les hablo de las características del lápiz, que
deja huella; que lo importante es su interior, la mina; que hay que afilarle
para que esté en forma; que se deja borrar cuando se equivoca y, que está guiado
por una mano, en la que vemos a Dios que interviene en nuestras vidas. Les gusta
el ejemplo y lo siguen con interés.
Pedimos por la iglesia de China y por el viaje del papa a Tierra Santa,
así como por la comunidad y los de la procesión de la religión tradicional que
pasan haciendo ruido cerca de nosotros mientras rezamos.
En
el pueblo siguiente se repita más o menos la misma cosa, pero con la misa, y la
experiencia es la misma. Hoy la misa ha sido en Balei. Estamos apretados porque
es en una clase, ya que no hay iglesia y es de reducidas dimensiones, lo que
hace que la incomodidad se deje sentir en la atención de los críos.
Tras
varias veces en las que al final de la misa la gente se toma el vehículo por
asalto, hoy les he dicho que voy a decidir quién va a entrar y, por supuesto no
hay discusión. Entran un señor y una señora mayores y todas las madres que
tienen niños pequeños. No sé qué les habrá parecido, pero por lo menos un día
les he querido hacer ver que hay algo que se llama respeto a los mayores y a las
mujeres. Hay un hombre que ha venido a felicitarme por lo que he hecho. Y, como
siempre, el vehículo está lleno.
Por la tarde,
después de la siesta el cielo está nublado y amenaza lluvia, pero se contiene.
Voy a Lembema y me acompaña el catequista que hoy ha recibido la confirmación en
la parroquia. Hay cosas que te preguntas cómo pasan, pero son así.
En el pueblo hay
organizado un partido de fútbol y el campo es el patio de la escuela, sitio
donde nos reunimos para rezar. Así recorremos el pueblo mientras se juega el
partido y al final del fútbol rezamos el rosario, pero tres adultos y diez
críos. Se hace lo que se puede y se vive la experiencia de cada día. El
catequista me hace ver que la bebida es la costumbre en el pueblo y que eso no
ayuda mucho en cosas que te piden regularidad y constancia.
La vuelta a casa
sin novedad. Siempre hay viajeros en el camino, hoy en particular un estudiante
que había salido de su pueblo por la mañana y que ha caminado varias horas para
venir a Bo donde estudia. Está contento de que le hayamos traído y yo también de
poder hacerle este servicio.
Hoy
hemos tenido en casa la corriente a ratos, pero por lo menos es algo que nos
permite disfrutar de la luz sin el ruido del grupo electrógeno, que también es
de agradecer.
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