Hoy no tenemos misa por la mañana, pues los jueves vamos
a intentar poner un rato de adoración y confesiones y después la misa, por la
tarde. Es algo que pensamos que nos puede ayudar a cambiar rutinas y hacer que
la gente venga más numerosa a la misa y también ofrecer la posibilidad de la
confesión.
Yo voy a rezar a Mattru, el pueblo al que suelo ir los
jueves. Allí están los asiduos a la oración y con ellos rezo y aprovecho también
para traer a Bo a unos cuantos estudiantes que de otra forma lo harían a
pie.
Paso la mañana preparando cosas que tengo que organizar,
en particular para semana santa y otras más en pueblos y escuelas. Como no
tenemos coci, los salesianos jóvenes preparan la comida. Por lo menos está
comestible y lo mismo nos pasa por la noche, aunque también se abren
latas.
Por la tarde vuelvo a Mattru y encuentro poca gente en
casa; sí está el río muy animado, pues cuando por la sequía el agua ha dejado de
correr, las mujeres se han echado a los charcos que quedan y con redes tratan de
hacerse con los peces. Hay ambiente, sobre todo cada vez que se pesca alguno de
tamaño apreciable.
La adoración, las confesiones y la misa por la tarde es
algo que se ve que aún está en los comienzos, pero la esperanza se anuncia.
Vienen unos cuantos a confesar durante la adoración y, aunque el número de los presentes no es
extraordinario, por lo menos me parece que te da esperanzas de que pueda
aumentar sin tardar.
Después de cenar vamos a visitar al cura que estuvo aquí
antes que nosotros. Estaba enfermo y parece ser que las cosas no van a mejor.
Hoy le hemos visto con dificultades para hablar, pero por lo menos se puede
desplazar, no sin dificultad.
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