Es la conmemoración de María Auxiliadora y es seguro que habrá
algo especial con Ella. Por lo menos comienzo el día en Mattru, donde después de
la oración espero encontrarme con los líderes de la comunidad, pero no han
venido. Incluso el primer encargado llega tarde… No es la primera vez que pasa y
hay que tener paciencia y ver a donde vamos a llegar. Por lo menos a la vuelta
traigo a algunos que vienen a Bo, hoy hay pocos estudiantes, pues la mayoría ya
están de vacaciones.
Me traen un prospecto sobre un colegio universitario que funciona
aquí cerca de casa y me llevo la gran sorpresa, pues pensaba que era algo
difícil de encontrar y hoy sé que lo tengo a la puerta, y es que estoy pensando
en la promoción de los maestros comunitarios que no tienen oficio ni beneficio.
Me informaré mejor, pero creo que es un buen trabajo que Ella ha hecho el día de
su fiesta. Ha venido un cura a verme que está en el equipo de los que organizan
este colegio y me ha dado buenas perspectivas, lo que me llena de alegría el
poder ofrecer algo cercano y asequible a nuestros maestros de los pueblos que no
tienen título.
Por la tarde voy a Nagoyon para la oración. Me acerco a Balei
para ver el trabajo en la escuela y el campo y me doy cuenta de que una rueda
está pinchada… El trabajo de cambiarla lleva su tiempo, pero siempre hay
personas amables que te ayudan y te evitan la sudada que te vas a dar haciendo
tú el trabajo.
Para la oración hay menos gente que otras veces, pero los que
están asisten con fervor. En las ofrendas hay un saco de gari, la mandioca
rallada que nos ofrecen, un auténtico lujo y se lo agradezco. Es una comida que
por aquí algunos no aprecian mucho, pero que he aprendido a comer y me resulta
agradable.
Siempre hay gente que se apunta a viajar y así estoy acompañado.
En Towama, el segundo destino de hoy, hay menos gente que los domingos, pero
están bien representados. Al comenzar la oración encienden el generador y unos
minutos después, las termitas son cientos alrededor de cada luz, lo que nos hace
cambiar de táctica, apagar las luces de dentro, cerrar la puerta, cambiarse de
sitio… La realidad es que no hay forma de poder con ellas.
Cuando intento leer el evangelio, hay tantas en el libro, en la
luz de la linterna, en mi cara, en las gafas… Que no puedo seguir. Me paro un
poco, apagan de nuevo las luces y, cuando la cosa amaina, sigo leyendo. Durante
la homilía todos estamos a oscuras, pues les digo que para escuchar no
necesitamos luz. A algunos les cuesta, pues tienen el teléfono y aquí todos los
teléfonos tienen luz y siguen encendiendo y atrayendo termitas… Cuando al final
estamos un rato sin luz y logro exponerles algo sobre lo que conmemoramos el
jueves, las cosas cambian, pues la ola de termitas ya se ha ido y podemos
proseguir la oración sin mayor problema y hoy el generador ha funcionado sin
pararse, cosa también no corriente hasta ahora.
En casa y antes de cenar voy a dejar la rueda pinchada para que
la reparen. Son los neumáticos sin cámara, que en teoría no se reparan, pero
aquí todo es reparable y cuando vuelvo después de cenar tengo que esperar un
rato, pues han tenido otros clientes y mientras alguien esté presente, no te van
a hacer el trabajo de quien está ausente, con lo que me presento tarde para
hacer las cosas y preparar lo de mañana, pero por lo menos hay conexión y recibo
unos correos, además de leer las noticias.
Creo que María Auxiliadora a lo largo del día ha hecho su trabajo
y me ha manifestado su cariño y su dedicación hacia nosotros y por ello doy las
gracias.
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