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domingo, 27 de marzo de 2016

27 de Marzo de 2016

Domingo

Amanecemos sin luz y salgo de casa temprano para encontrarme con la gente de Gbalehun para celebrar la misa, por lo menos una vez de pasada, pues este año hace tiempo que no les he acompañado en la oración el domingo.
Me presento en el pueblo antes de las siete de la mañana, y la oración está prevista para las ocho, lo que me permite darme una vuelta por las casas y saludar a los conocidos, que veo que están un poco adormilados. Peter, el maestro, me invita a ir al pueblo de al lado, donde hay gente que viene cada domingo a rezar y así los podemos traer. Allí veo que ha habido una fiesta de difuntos en la que han participado los de los pueblos circundantes y me explico la somnolencia de los de Gbalehun, con lo que colijo que no habrá mucho que celebrar en la misa en nuestra capilla.
A la hora prevista no tenemos público y más tarde algunos van acudiendo. Visto lo cual ni me revisto. Comenzamos con los que estamos presentes y vamos esperando a los que a cuenta gotas van llegando y que se caen de sueño después de un momento de estar sentados.
Es una experiencia que no es nueva y que se repite cada vez que hay una fiesta de este tipo en los pueblos y es algo que con mucha paciencia tienes que ir haciendo saber que participar en una fiesta es algo normal, pero pasarte la noche entera en una fiesta y al día siguiente querer estar en forma para rezar no van juntos…
En Towama las cosas son diferentes. Hoy se prepara una gran fiesta, pues se casa el que es el líder en la iglesia, se casa en la iglesia, que casado ha estado por cincuenta años con su mujer… Pero son las cosas de aquí… Casarse cuesta mucho dinero y no lo puedo hacer…
Para mí es la culminación de una preparación semanal de una pareja que ha manifestado el deseo de casarse por la iglesia y a quienes he acompañado cada semana en rezar juntos y en compartir cosas que viven, hasta que hemos puesto una fecha a la ceremonia.
La experiencia en la iglesia ha sido bonita, lo mismo que antes la preparación en casa y la confesión, donde experimentas la bondad de Dios con cada uno de nosotros y ellos se manifiestan dando gracias por sus vidas. He aprovechado para invitar a los que aún no están en regla y les he hecho ver que estoy disponible y puedo seguir a quien me lo pida, siempre que esté dispuesto a ello.
La ceremonia, sencilla y familiar, ha estado acompañada de los vítores y aclamaciones de unos y otros y mis repetidas invitaciones han sido bien oídas por los presentes, siempre en un clima de familia y de comentario entre serio y jocoso que les ha hecho ver que mis indicaciones van en serio y mi ser cura se define no en el hecho de venir a decirles la misa, sino en ayudarles en sus vidas a vivirlas de la mejor forma posible y en paz, pues cuando hombre y mujer rezan juntos, la paz llega a la casa.
Después de la ceremonia en la iglesia hubo una gran invitación de la gente que había participado a una comida organizada por las mujeres, en la que he querido que los gastos no se disparen, pero que no es fácil de controlar. Por lo menos por mi parte he intentado no causarles gastos y facilitar el que otros emprendan el mismo camino. Y también hasta aquí han legado las cosas del contenedor…
En casa, en la parroquia,  ha habido una gran fiesta en la misa, con la participación del obispo, que ha venido a abrir la puerta del perdón. Ha querido hacerlo en cada una de las parroquias para celebrar el año de la misericordia y hoy nos ha tocado a nosotros.
Cuando he vuelto a casa ya habían terminado la misa, pero todavía había gente que pululaba por los alrededores y algunos que comían en la planta baja, invitados por el párroco. El obispo había ido a bendecir la casa de una familia y cuando volvió, compartimos un rato en la mesa de animada conversación y se le ve que está muy contento del trabajo que estamos haciendo en la parroquia y así lo manifiesta. También estaban presentes algunos otros curas y varios seminaristas, y cuando se fueron, me tomé un rato para descansar, pues la mañana había sido larga.

Después comencé a preparar las cosas para el día siguiente, que también tiene su trabajo y así acabó la cosa con la oración y la cena y, seguimos sin luz.

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