Amanecemos sin luz y salgo de casa temprano para encontrarme con
la gente de Gbalehun para celebrar la misa, por lo menos una vez de pasada, pues
este año hace tiempo que no les he acompañado en la oración el
domingo.
Me presento en el pueblo antes de las siete de la mañana, y la
oración está prevista para las ocho, lo que me permite darme una vuelta por las
casas y saludar a los conocidos, que veo que están un poco adormilados. Peter,
el maestro, me invita a ir al pueblo de al lado, donde hay gente que viene cada
domingo a rezar y así los podemos traer. Allí veo que ha habido una fiesta de
difuntos en la que han participado los de los pueblos circundantes y me explico
la somnolencia de los de Gbalehun, con lo que colijo que no habrá mucho que
celebrar en la misa en nuestra capilla.
A la hora prevista no tenemos público y más tarde algunos van
acudiendo. Visto lo cual ni me revisto. Comenzamos con los que estamos presentes
y vamos esperando a los que a cuenta gotas van llegando y que se caen de sueño
después de un momento de estar sentados.
Es una experiencia que no es nueva y que se repite cada vez que
hay una fiesta de este tipo en los pueblos y es algo que con mucha paciencia
tienes que ir haciendo saber que participar en una fiesta es algo normal, pero
pasarte la noche entera en una fiesta y al día siguiente querer estar en forma
para rezar no van juntos…
En Towama las cosas son diferentes. Hoy se prepara una gran
fiesta, pues se casa el que es el líder en la iglesia, se casa en la iglesia,
que casado ha estado por cincuenta años con su mujer… Pero son las cosas de
aquí… Casarse cuesta mucho dinero y no lo puedo hacer…
Para mí es la culminación de una preparación semanal de una
pareja que ha manifestado el deseo de casarse por la iglesia y a quienes he
acompañado cada semana en rezar juntos y en compartir cosas que viven, hasta que
hemos puesto una fecha a la ceremonia.
La experiencia en la iglesia ha sido bonita, lo mismo que antes
la preparación en casa y la confesión, donde experimentas la bondad de Dios con
cada uno de nosotros y ellos se manifiestan dando gracias por sus vidas. He
aprovechado para invitar a los que aún no están en regla y les he hecho ver que
estoy disponible y puedo seguir a quien me lo pida, siempre que esté dispuesto a
ello.
La ceremonia, sencilla y familiar, ha estado acompañada de los
vítores y aclamaciones de unos y otros y mis repetidas invitaciones han sido
bien oídas por los presentes, siempre en un clima de familia y de comentario
entre serio y jocoso que les ha hecho ver que mis indicaciones van en serio y mi
ser cura se define no en el hecho de venir a decirles la misa, sino en ayudarles
en sus vidas a vivirlas de la mejor forma posible y en paz, pues cuando hombre y
mujer rezan juntos, la paz llega a la casa.
Después de la ceremonia en la iglesia hubo una gran invitación de
la gente que había participado a una comida organizada por las mujeres, en la
que he querido que los gastos no se disparen, pero que no es fácil de controlar.
Por lo menos por mi parte he intentado no causarles gastos y facilitar el que
otros emprendan el mismo camino. Y también hasta aquí han legado las cosas del
contenedor…
En casa, en la parroquia, ha habido una gran fiesta en la misa, con
la participación del obispo, que ha venido a abrir la puerta del perdón. Ha
querido hacerlo en cada una de las parroquias para celebrar el año de la
misericordia y hoy nos ha tocado a nosotros.
Cuando he vuelto a casa ya habían terminado la misa, pero todavía
había gente que pululaba por los alrededores y algunos que comían en la planta
baja, invitados por el párroco. El obispo había ido a bendecir la casa de una
familia y cuando volvió, compartimos un rato en la mesa de animada conversación
y se le ve que está muy contento del trabajo que estamos haciendo en la
parroquia y así lo manifiesta. También estaban presentes algunos otros curas y
varios seminaristas, y cuando se fueron, me tomé un rato para descansar, pues la
mañana había sido larga.
Después comencé a preparar las cosas para el día siguiente, que
también tiene su trabajo y así acabó la cosa con la oración y la cena y,
seguimos sin luz.
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