Ha
llovido abundante durante la noche y por la mañana está en calma, pero no viene
mucha gente a rezar. Parece que las esteras se pegan cuando llueve.
Me
preparo un rato las cosas que debo llevar por la tarde a los pueblos y trato de
dar unos retoques a la homilía de mañana. Si a esto le añadimos un rato de lectura,
se concluyó la mañana, que ha estado mojada varias veces por chubascos no muy
intensos.
Después
de la siesta me preparo para salir y la lluvia a intervalos sigue, con lo que
no cuento encontrarme con mucha gente en las parejas. Por lo menos he llevado
en el vehículo a los que por el camino iban a pie, y parece que es más
gratificante cuando ves que están mojados y te agradecen que les recojas y
disfrutas con su sonrisa. Hoy un grupo de chicas me han dado de manera efusiva
las gracias al bajarse, y es que cuando pienso en la pista embarrada y
resbaladiza y que la tengan que recorrer lloviendo, me alegro de haber
encontrado a tales viajeros en necesidad.
Como
he llegado con tiempo voy a visitar a varias personas en las casas que sé que
están enfermas o con problemas, pero la realidad es que todos están en las
granjas y me vuelvo a la iglesia y leo mientras llueve y me paseo cuando
escampa para ver el trabajo que han hecho.
Pocos
vienen a la reunión, pero con los que están hacemos las lecturas y los comentarios
que son interesantes y reflejan la
situación que están viviendo. Como sigue lloviendo, llevo a su pueblo a uno que
ha venido de varios kilómetros y también hay algunos más que se apuntan en el
camino. Por lo menos si no mucho catecismo, se puede hacer también de
samaritano…
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