Retomo esta crónica a mi llegada a Sierra
Leona, después de un tiempo de vacaciones y de vivir una experiencia aireada por
los periódicos y vivida con una cierta preocupación por parte de la familia. Me
refiero a la enfermedad del “ébola” que los periódicos pintaban de forma
catastrófica y que la realidad. Aunque muy grave y preocupante, me parece que estaba bastante desenfocada.
También he vivido otra experiencia
gratificante durante el mes de septiembre, como ha sido la preparación de un
contendor, con lo que ello pide de organizarse, buscar contactos y mover
voluntades. He encontrado una comunidad salesiana, la de Pamplona, que
comenzando por el director y siguiendo por todos y cada uno de sus miembros, me
ha acogido con cariño y se ha puesto a mi disposición en todo lo que ha podido;
y también he visto la cantidad de personas cercanas a la comunidad que tienen un
gran aprecio a los salesianos y que están disponibles para cualquier obra buena
y he disfrutado de su acogida, de su cariño y de su entusiasmo
misionero.
Desde aquí quiero felicitar a unos y
otros por el trabajo que realizan y agradecerles muy sinceramente el tiempo y
los esfuerzos que me han dedicado a lo largo del mes de permanencia entre ellos.
En mi oración y en mi recuerdo les tengo presentes y le pido al Señor que se lo
tenga en cuenta y les premie tanto como por mí han hecho y siguen
haciendo.
El viaje ha sido sin novedad. El avión
estaba lleno y no he notado nada de especial digno de destacar. En el aeropuerto
lo primero nos hemos lavado las manos con desinfectante, luego nos han invitado
a rellenar una hoja especial para
verificar que no tenemos ébola, nos han tomado la fiebre y hemos pasado los controles sin
problemas.
Me estaba esperando en el exterior, y a
intempestivas horas de la mañana, el padre Larry de la comunidad de Lungi quien
me condujo a casa y me mostró la habitación donde pude dormir la última parte de
la noche con comodidad y en la cama.
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