La noche ha sido
tranquila y un chaparrón acompañado de viento y aparato eléctrico se ha
encargado de refrescar el ambiente que nos ha permitido un sueño agradable y
reparador.
Voy a Mattru mientras
Uba va a Tikonko y me acompaña Coco, el cooperante que saca muchas fotos. Me
lleva en su moto y me resulta muy dura la suspensión, de forma que la espalda se
resiente y vuelvo en una moto-taxi, que es mucho más blanda.
La realidad que
vamos viviendo con esta comunidad de Mattru es muy positiva. Ellos se encuentran
a gusto con nosotros y nosotros también con ellos. Intento estar un buen rato
antes del comienzo de la misa y saludar a los que llegan. Es una alegría grande
el volverse a ver y se sienten muy complacidos del encuentro. Yo voy
identificando fisonomías y ellos van teniendo confianza conmigo, los niños en
particular, aunque por la cuestión de la enfermedad nos mantengamos distantes y
no nos demos la mano…
El hangar de la misa y el catequista |
Está lleno y hay gente que sigue desde fuera |
Las Ofrendas |
Van trayendo los bancos de la escuela para la misa |
Al final de la misa, en los anuncios dan las estadísticas del domingo pasado y dicen que había ciento noventa y dos personas. Hoy son alrededor de los doscientos cincuenta, pues le he pedido a Coco que cuente y es la cifra que me ha dado. Ellos mismos son conscientes de cómo aumentan y están alegres sabiendo que algo nuevo se está produciendo en la comunidad.
La
procesión de ofrendas es tan vistosa como otras veces y al final hay dos sacos
llenos de víveres, desde agua a mandioca, pepinos, plátanos de varios tipos,
pomelos, naranjas, limones... Todo el muestrario de lo que se produce en sus
campos. Traen las cosas en pequeñas bolsitas y en la procesión se van añadiendo
nuevos oferentes y al final hay una multitud alrededor del altar que esperan la
bendición del cura antes de retirarse a sus sitios respectivos.
En los anuncios
la gente aplaude cuando dan el número de los presentes la semana pasada y yo les
animo a que sigan aumentando y les propongo que nos ayuden a limpiar el terreno
que tenemos en Towama que no está lejos de allí y nosotros nos interesaremos por
conseguir fondos para la construcción que tenemos entre manos. Me dicen que
estarán dispuestos a partir de la semana que viene.
Para
volver a casa no hay problema, pues aparece una moto de forma inesperada y,
aunque acabó pinchada, por lo menos apareció otra que esta vez sí me trajo hasta
casa sin novedad. Coco me pasó las fotos y disfruté un buen rato viendo las
caras de felicidad de los participantes.
Creo que se
encuentran muy a gusto con nuestra presencia y cuando le comento a alguno el
hecho de que queremos estar cercanos a ellos y trabajar juntos, me dice que están contentos, pues hacía
unos cuantos meses que no les visitaba ningún cura y ahora que estemos con ellos
cada domingo les parece una gran cosa y les llena de alegría el pensar que
muchas cosas van a cambiar en poco tiempo.
Por lo pronto la
cuestión de los terrenos es algo que está en marcha y esperamos el resultado de
las gestiones esta misma semana y, una vez que sepamos el terreno con el que
podemos contar, procederemos a planificar las construcciones empezando por la
sala que servirá como iglesia.
La tarde es
tranquila. Después de una buena siesta, me dedico a poner cosas al día y a leer
un libro sobre Don Bosco, a la vez que intento responder los correos que tenía
atrasados, pues hay electricidad.
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