Comenzamos
ya la monotonía de trabajar en el terreno desde por la mañana temprano, de siete
a diez. No hay mucho sol pero al final acaba viniendo. El trabajo que hay que
hacer es inmenso, pero por lo menos estamos enfrentados a un esfuerzo por doblegar a una
naturaleza salvaje que se despliega por todas partes.
A la vuelta
tenemos la limpieza, la misa, la comida y la ida a los pueblos de la tarde.
Salimos a pronto, pero el camino es malo y nos entretenemos en la construcción
en Tikonko, lo que nos hace llegar a destino, Cassama, a las cinco y media.
Aquí la
gente nos va conociendo y se van acostumbrando a nosotros y nosotros a ellos.
Hoy nos han traído plátanos como regalo y hemos rezado un rato con ellos. El
encuentro.
Les
decimos que vendremos los miércoles, pero que ello no quita que alguna vez
podamos venir el domingo. Ellos rezan por la mañana temprano, antes de ir a
trabajar al campo. Tienen un coro que funciona bastante bien. Preocupados por la
hora avanzada para nsotros, reducimos la oración, pero esperamos hacerlo mejor
en próximas veces llegando primero.
En Valehun
ya nos esperan y están cantando en la iglesia, aquí ya ha oscurecido cuando
llegamos y buen número de los críos presentes dormitan en el banco, pero los
adultos están contentos de encontrarnos y de que recemos juntos.
Ellos lo hacen cada día por la mañana. Se reúnen en la
capilla antes de ir a trabajar y hoy lo hacen por la tarde porque venimos
nosotros. Aquí la relación es mucho más cercana, ya que nos conocemos y nos
hemos encontrado muchas veces. Los maestros siguen siendo los animadores de la
oración y la comunidad va aumentando en número.
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