La noche ha sido
tranquila. Además llovió y refrescó, permitiéndonos un mejor sueño. La mañana
amanece medio lloviendo, pero no nos impide ir a la finca a trabajar y, aunque
caen unas gotas, el sol acaba imponiéndose y brilla. El trabajo se sigue de
forma normal hasta que en un momento un grupo sale corriendo, y es que las
avispas estaban en su nido y se las ha molestado. Cambiamos de sitio y seguimos
el trabajo.
Viene un
grupo de chavales de paso y me entretengo hablando con ellos. Son del pueblo y
andan sin rumbo fijo. No hay clase y vienen a ver qué pasa. Nos hacemos amigos y
me preguntan qué vamos a hacer en la finca. Les digo que algún día habrá espacio
para que puedan venir a jugar y se ponen contentos.
Por ellos sé que
ha habido dos muertos en el pueblo, un niño de corta edad y un chófer de la
ambulancia. No me saben dar más detalles, pero sí me confirman algo que ya
sabía, que hay varias casas en cuarentena. Creemos que es el único pueblo de
nuestra zona que tiene gente en cuarentena. Parece que las cosas van pasando de
esta zona a otras que tienen muchos más casos. Esperemos que se acabe la
situación cuanto antes.
Cuando
volvemos del trabajo voy a comprar a la ciudad cosas de aseo que necesito y por
la tarde tengo un rato de clase formal con los chavales que tenemos en casa. El
nivel formativo es bajo, pero intento meter en ellos el interés por la lectura o
por alguna actividad de tipo intelectual. Por lo menos no lo rechazan. Esperemos
que lo que prometen se haga realidad.
Siguen con sus actividades y entrenamientos y después de oraciones de la
tarde y la cena, les empiezo a pasar la peli sobre Moisés. Hay quienes siguen
con mucho interés y quien se queda dormido porque está cansado. Mañana
seguiremos, pues no es para acabar en un día.
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