Hoy viernes, los
jóvenes del grupo misionero van a trabajar a nuestra finca. Hay un grupo
numeroso y el trabajo es animado, aunque se nota que no son gente acostumbrada a
limpiar como lo hacen los de los pueblos. Por lo menos el ambiente es bueno y
están entusiasmados con el trabajo que hacen. Nosotros estamos contentos con
ellos y esperamos el día en que los podamos reunir en el sitio donde ahora van a
limpiar…
Por la
mañana viene a casa el profesor de mende y nos pasamos más de dos horas
trabajando. Da gusto estar con una persona que conoce la lengua y tiene interés
en enseñarte. Se me pasa el tiempo sin enterarme. Hemos trabajado mucho rato en
leer un trozo del evangelio, pues como es algo que ya sé en otra lengua, al leer
en una que no sabes, hay muchas cosas que te ayudan a comprender y eso te anima
a seguir en el trabajo.
Por la tarde es
el momento de ir a los pueblos y Philip nos acompaña. Cuando llegamos al
primero, Valehun, hay un entierro de alguien que ha muerto de muerte natural en
la ciudad y que le traen a enterrar en su pueblo. Hay mucha gente y el pueblo
está centrado en la ceremonia, lo que no impide que uno de los maestros nos
venga a saludar y nos haga saber que en Cassama ha habido problemas con el
ébola.
Conscientes de la noticia, vamos al pueblo dispuestos a ver lo que pasa y
tomando las precauciones convenientes. En el camino montamos en el vehículo a
varios que vuelven del campo. Unos están enterados y otros parece que no lo
saben.
Por lo que comprendemos, ha habido una persona que ha llegado al pueblo
procedente de otro pueblo al otro lado del río y como estaba enfermo ha ido al
centro de salud… Se sospecha si esa persona pueda tener ébola y le han evacuado
al hospital y ahora todo el personal del centro de salud está en sus casas en
cuarentena, esperando el resultado de los análisis de la persona
enferma.
En el
pueblo la gente está muy afectada. Se les ve tristes y, aunque algunos vienen a
recibirnos, se ve que la situación que viven les ha dejado profundamente
tocados, lo mismo que nos ha pasado a nosotros, pues no nos lo
esperábamos.
La semana
pasada habíamos tenido un inicio de un posible oratorio con unos doscientos
críos y jóvenes dispuestos a jugar y hoy no hemos encontrado a ninguno, el campo
está vacío y nadie aparece en escena.
Vamos hasta el río, la visita que hacemos siempre. El nivel del agua
sigue descendiendo, pues las lluvias parece que se han acabado y también hoy se
percibe por primera vez la presencia del harmatán, que aquí es mucho más débil
que más cerca del desierto, pero que te da una sensación agradable, ya que ha
refrescado y no sudas como lo hacías hasta ahora.
En la oración
estamos cuatro personas y nos prometemos rezar los unos por los otros y a ver
qué noticias tenemos la semana que viene. Nos hemos dado una vuelta por el
pueblo y hemos visto las casas con la típica cinta roja alrededor que indica la
cuarentena… Esperemos que no se confirme la enfermedad y que les liberen de la
cuarentena lo antes posible.
Cuando llegamos
a Valehun todavía están los del entierro en plena faena y el pueblo entero está
volcado en la función, por lo que ni intentamos entrar. Seguimos nuestro camino
hacia casa esperando que la semana que viene podamos hacer lo que no se ha
podido esta semana.
En
casa estamos sin luz y, aunque encendemos el generador, tampoco hay conexión a
internet. Me da tiempo a escribir una parte de la crónica y el resto esperemos
que lo pueda hacer más tarde.
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