Por la
noche vino la luz y cuando me desperté trabajé un rato en el ordenador, pero no
había conexión. He dormido mejor que ayer, pero también he estado muchos ratos
despierto, tiempo que dedico a rezar.
Por la mañana tenemos luz, lo que nos permite hacer las cosas con cierta
normalidad y dedicación, antes de salir hacia los pueblos para la
misa.
Empezamos por que no hay conexión telefónica y la moto que ayer me
prometió venir no llega y me tengo que buscar otra. Aparece un chaval amable que
me lleva a Mattru y me promete estar de nuevo para llevarme al pueblo siguiente,
cosa que no sucede y que me hace buscarme la vida de nuevo.
A todo
esto hemos adelantado la misa una hora y si además contamos que estamos en
tiempo de harmatán, para ellos es un esfuerzo grande el venir a la misa
temprano, pues aquí es invierno para ellos; pero están presentes y les
felicito.
Al
final de la misa reparten los regalos a los niños, pero yo tengo mi preocupación
en encontrar el medio de locomoción que me lleve al otro pueblo. Uno de los que
han venido a misa y que tiene moto me ve que estoy buscando y me ofrece llevarme
hasta que encuentre la moto que me lleve. Le pasa la moto a un joven y
emprendemos viaje, que en el camino se corta porque la moto se para. Después de
varios intentos al final acaba marchando de nuevo y me conduce al sitio donde
encuentro otra moto que me lleva al pueblo siguiente.
Llego con el tiempo justo, saludo a la gente que ya está en la capilla,
abarrotada, y empezamos la misa. Es la primera vez que estoy con ellos para la
misa. Towama también es el pueblo
donde nosotros tenemos nuestro terreno y donde pensamos construir algo sin
tardar. En el interior de la capillita hay unos ciento cincuenta bien apretados,
sobre todo los críos, y al exterior puede que haya otros tantos.
Aquí, en Towama, pueblo que tiene la universidad que por el momento está
cerrada, están acostumbrados a la celebración de la misa del gallo, pero anoche
no la hubo porque el gobierno ha prohibido todas las fiestas de fin de año con
la intención de controlar el ébola; aunque los comentarios de la gente al
respecto son bastante críticos. No sé qué se podrá controlar. Por lo menos las
fiestas a las que están acostumbrados por ahora no han tenido lugar. No sé si
estas cosas puedan tener sus “efectos secundarios”.
La misa transcurre por
sus cauces normales y al final aparecen con las bolsitas de los regalos que
tratamos de repartir a los niños. Por lo menos que tengan una ilusión cumplida
por Navidad. En las bolsas hay algunas chucherías, una bebida refrescante, una
muñeca para las niñas, un coche para los niños y unas gafas de sol para todos.
Se dan regalos a más de cien niños que han participado en la celebración. Todos
estamos contentos y tratamos de transmitir alegría, a los niños en especial, en
momentos en los que el ébola puede sentirse más presente…
Por la
tarde lo primero duermo una buena siesta, pues aún se notan los efectos del
paludismo. Después trato de organizar fotos y crónicas en el ordenador y más
tarde me entretengo en lavar la ropa a mano, ya que la lavadora hoy está ocupada
por otros y el turno es largo. Como hay mucho tiempo sin luz, luego se nota
cuando quieres utilizar la lavadora, pues somos muchos y la luz a veces no es
potente para hacerla funcionar y nos quedamos a la espera del buen momento que
funcione.
Después de
cenar preparamos unas cuantas raciones de comida en recipientes de aluminio y
pensamos llevarlo a los niños y adultos que duermen en la calle. Cuando estamos
preparados, comienzo a recibir correos de alguien que me manda datos técnicos
sobre construcciones y, como hay mucha gente, prefiero quedarme y atender a los
correos que voy recibiendo. Ya me contarán luego la experiencia.
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