Uba va a Tikonko
con los otros dos jóvenes que están con nosotros. Hay muchas cosas que preparar
y organizar para el lunes y hay que ponerlo a punto todo. Al mismo tiempo los
obreros siguen con su trabajo y la gente del pueblo prepara una tenada en frente
de la iglesia para acoger a los que lleguen.
En casa me
dedico a limpiar, como se hace cada sábado y luego busco un calendario
litúrgico, cosa que me resulta más difícil de lo que en principio pensaba, pero
todo acaba saliendo. Les damos un calendario litúrgico a cada una de las
comunidades a las que vamos y eso les permite tener a mano el evangelio siempre
que se reúnen para rezar.
Por la
tarde vamos a los pueblos especialmente para la reunión de parejas. Hoy el tema
estrella es lo que ha pasado con Daniel esta semana. Unos y otros hablan y todos
tratamos de comprender lo que ha pasado y sacar lecciones para el porvenir, pues
es algo que el grupo necesita, experiencias que les hagan reaccionar.
A
muchas de las cosas que les digo asienten sin dificultad, pero les recuerdo que
no es sólo cuestión de asentir, sino de tratar de poner en práctica lo que se
dice de palabra, y eso resulta más complicado. Es una costumbre general de aquí
que está muy extendida: te dicen a todo que sí pero luego no tiene ninguna
realidad, pues te hacen lo contrario y no sienten ninguna clase de
remordimiento… Creo que esto es una de las secuelas que ha dejado la guerra, la
pérdida de dignidad y respeto. Las personas no tienen conciencia de vergüenza y
dicen cualquier cosa sin el más mínimo deseo de que lo que dicen se convierta en
realidad y sin que les preocupe lo más mínimo. Vivir para ver.
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