Para nosotros el
día después es tranquilo. Después del desayuno y un tiempo de limpieza, dedico
un buen rato a la lengua. El profe no ha venido, pero ya tengo la experiencia de
lo que hace y trato de adelantar por mi cuenta leyendo lo que ya hemos hecho
juntos y revisando apuntes.
La experiencia en la calle ayer fue interesante. Se repartieron todas las
raciones de comida que se llevaban, había más de ochenta, y los comentarios eran
positivos. Uba ha ido por la mañana con los chavales a repartir arroz y vuelve
por la tarde.
Los
efectos del paludismo se siguen notando, pues tengo ganas de dormir y cuando lo
hago durante un rato me despierto bañado en sudor, pero sé que es la forma de
curar la enfermedad y tengo que ser paciente.
Después de comer vuelvo a dormir un buen
rato la siesta y de nuevo me despierto bañado en sudor, lo que quiere decir que
vamos por buen camino. Además hay los efectos secundarios de calambres
musculares y zumbidos de los oídos que espero que pronto se pasarán.
Donald se ha
pasado la mañana preparando adornos para diversos sitios de la casa, la capilla
en particular. Es admirable su iniciativa y su empeño en las cosas que
hace.
Aunque no hemos ido a los pueblos, acabamos sabiendo que los que estaban
en cuarentena en Cassama han sido liberados, pues parece ser que el enfermo que
apareció en el pueblo no tenía ébola… Y digo “parece” porque seguimos
moviéndonos en el campo de las posibilidades y no de las certezas, pero aquí las
cosas son así.
Cuando hay
conexión envío los correos que he escrito y leo el periódico para enterarme de
las noticias. Las locales son más o menos las mismas. Estamos en una situación
de encierro que desde las seis de la tarde a las seis de la mañana se está en
casa y las fiestas y los mercados están cerrados. No sé lo que piensa la gente
ni cómo lo vive, pero sí tiene una gran capacidad de aguantar lo que se les eche
sin protestar.
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