Tenemos un lunes
tranquilo. Después del desayuno hacemos limpieza. Uba va a Tikonko con alguno
más para terminar detalles en la iglesia y yo recibo al profesor, que me sigue
dando muy buena impresión y adelantamos en el trabajo. Hemos leído mucho rato en
el evangelio y entre lo que sé, lo que me traduce y lo que voy adivinando, llego
a entender un poco lo que leo en mende.
Por la tarde voy
a hacer unas fotocopias y también me doy una vuelta por un camino nuevo entre
Mattru y Towama que quizás tenga que recorrer si vamos a celebrar la misa en los
dos pueblos. La moto que me lleva hace sus piruetas, pero al final acabamos
venciendo las dificultades y llegamos a destino. Tengo que valorar lo que merece
la pena, pues el camino es difícil y no sé si cualquier moto me va a querer
llevar por zona tan despoblada.
A la vuelta a
casa me encuentro con que Donald, el clérigo que ha estado más de un mes con los
huérfanos del ébola, que aparece por casa. Nos da a todos una gran alegría y lo
celebramos en la cena con pastel incluido, ya que ayer fue su
cumpleaños.
Estamos un
rato hablando de la experiencia y me dice que es interesante, pero que hay mucha
desorganización y que eso no permite tener las cosas como se podrían tener. Por
lo menos habla del contacto con los críos y de la ayuda que tratan de
proporcionarles, desde clases de inglés hasta juegos y música, para que vayan
poco a poco adaptándose a la mueva circunstancia.
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