Como había
luz y conexión, me levanté y en un rato logré enviar unas cuantas fotos y luego,
después de dormir un rato, volví de nuevo a la tarea y logré enviar la mayoría.
Con la crónica y las fotos la gente puede estar al día. Así se podrán ver en el
blog, si es que Loli tiene tiempo de colgarlas, pues esta vez pude enviar una
cincuentena, aunque en varias tandas.
Nos anuncian que hay un contenedor que viene, pero no es el que espero.
Así que tendremos que seguir esperando.
El
profesor viene y dedicamos todo el tiempo a leer los evangelios de los próximos
días. Cada vez que leo de nuevo una página me doy cuenta de que voy
comprendiendo un poco más y eso me ayuda a seguir adelante en el
camino.
Tardamos mucho en comer y no puedo echar la siesta. Vamos a la catedral a
participar en la misa de apertura del año de la vida consagrada y el obispo me
dice que está contento de la visita de ayer. Yo le quiero agradecer el que haya
venido y es él quien me dice gracias por lo que estamos haciendo con la gente.
Me deja sorprendido, pero es así de sencillo y cercano.
La
misa es larga y cuando salimos son las seis, momento en que todo está cerrando
en el mercado, pues no hay toque de queda, pero todo tiene que estar acabado
para esa hora.
Seguimos a la espera del contendor y Uba viaja a la capital, pues hay
asuntos que tiene que resolver. Veremos a ver cuando llega el contenedor, pues
aunque tengan un pase especial, siempre es posible que se entrampen en algún
control.
Un rato hay luz, aunque débil y hay conexión. Luego se va la luz y
esperemos a ver cuando vuelve.
En varios momentos me he sentido cansado e incluso con fiebre. El
paludismo tiene efectos secundarios por lo menos una semana. Los oídos me zumban
y no oigo bien; tengo mal gusto en la boca y sudores de forma inesperada, además
de sentir deseos de retirarte y no ver a nadie, pero ya sé que son efectos que
se pasan en unos días y que tienes que pasar por ellos.
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