He dormido bastante bien. Ha llovido por la noche y al refrescar el ambiente no sudas tanto y puedes descansar. Tengo buenas sensaciones y preparo las cosas para ir a los pueblos mientras pienso en el reto de encontrar una moto que me lleve.
Cuando salgo a la calle veo que por el momento no amenaza lluvia y tengo la suerte de que el primer motorista que pasa se para y me dice que me lleva a destino, aunque no ha estado nunca y tiene sus dudas en el camino, pero por lo menos llegamos sin novedad y un rato antes de la hora, donde hay algunos que nos esperan.
Podemos comenzar antes de la hora y en medio de la celebración se desata la lluvia y cae con ganas durante un buen rato. No se oye nada con el ruido de la lluvia en las chapas del tejado y luego amaina. Por suerte cuando salimos no hay más que unas gotas que caen y que no molestan para ir en la moto. No es que haya habido mucha gente y les dejo en reunión para decidir lo que van a hacer. Querían ponerla por la tarde, pero les dije que si estaban presentes y no tenían nada que hacer, que lo mejor era tenerla al acabar la misa… A veces les cuesta ser prácticos y darse cuenta de aprovechar las ocasiones.
En Tikonko hay poca gente y, aunque algunos llegan tarde, siguen con el mismo problema de definirse y optar por ser regulares. Tanto en uno como en otro sitio les he insistido en tener una lista de gente por familias y seguir lo que hacen en la iglesia. Esperemos llegar a algo serio.
Vengo a Towama, paso por la finca y tengo mucho tiempo por delante. Me encuentro con Fernando, un empresario español que quiere ver la finca donde trabajamos y que viene con las monjas Clarisas. Como tenemos tiempo antes de la misa y la finca no está lejos, nos vamos a verla y a explicar el trabajo que queremos hacer con las moringas y cómo enviar críos a la escuela. Les agrada la idea y al mismo tiempo aprovecho para invitar a las monjas a venir a la diócesis de Bo donde no están presentes todavía.
En la misa en Towama aprovecho la presencia de las monjas para dar gracias a Dios por su congregación y para invitarlas a venir a trabajar con nosotros y veo que los fieles están sorprendidos agradablemente de su presencia.
Finalizada la misa venimos a casa, comemos de lo que nos preparan los parroquianos y luego salen de camino hacia el aeropuerto donde Fernando cogerá el avión esta noche.
Tarde tranquila, siesta y lectura. Después me doy un paseo para ver el trabajo que han hecho en el compresor y vuelvo a casa antes de que anochezca.
Las noticias, los correos y la crónica, además de la lectura ponen fin a un día del Señor.
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