He dormido, aunque sigo con ciertos problemas de sueño, el calor, el sudor, todo juega para que no descanses bien… Me levanto y me voy a rezar a Towama. No hay mucha gente y la reunión que esperaba tener, tampoco se produce porque el constructor no está presente. Voy a la finca donde escucho los ruidos de la mañana, el canto de los pájaros mientras leo un rato. Después también tengo tiempo para ver el semillero y el compost.
Aparece Daniel que viene con ánimos de ver la tierra y decidir lo que hay que hacer. Me parece acertado lo que me dice, que no vale la pena usar el tractor en una tierra que no está preparada y en un espacio demasiado pequeño y complicado para trabajar con máquinas. Daniel me da muy buena impresión tanto en sus opiniones como en la forma de trabajar.
En los pozos estamos a la espera de noticias y para uno necesitamos buscar dinamita, tarea harto complicada, pero hay que esperar y seguir buscando…
Cuando llego a casa me está esperando el pocero. Hablamos un rato, me informa de cómo la roca es dura y le pido que busque y encuentre quien trabaja con dinamita. Me promete hacerlo. Yo por mi parte intentaré también buscar.
Descanso un rato y leo y luego paso aguacates del agua a las bolsas para que crezcan, labor que me entretiene un buen rato y se nos echa la hora de la comida encima.
Además de Daniel viene a comer Henry y comentamos la situación en la finca. Las cosas van adelante, aunque a veces parezca que van despacio.
Vienen a pedirme libros y distribuyo unos cuantos más antes de salir hacia Towama para ver el catecismo y luego rezar con ellos el rosario, y cuando se termina aquí me voy a Tikonko donde de nuevo rezamos el rosario y de paso aprovecho para ver al jefe tradicional del departamento para que me ayude a traer los críos sordos a clase. Me promete que mañana tiene reunión con los miembros del gabinete de Lembema y que hará algo por los críos.
En Tikonko rezamos el rosario en una casa que no conocía, es nueva y sin acabar, pero la fe con la que rezan es de admirar y cuando terminamos les doy la bendición y cada uno a su destino, esperando que mañana sigan en la brecha.
Vuelta a casa, recibiendo a gente en el vehículo y sin novedad. Daniel el argentino me está esperando y me parece que tiene una gran necesidad de comer y de compartir la preocupación que tiene. Le hago ver que una cosa son los problemas del proyecto y otra, nosotros, las personas. Llegamos a entendernos.
Es la segunda vez que está en África y lo está disfrutando, pues le queda poco tiempo de estancia. Admira el proyecto que tenemos entre manos y nos anima a realizarlo. Estoy hablando con él en el comedor largo rato. Veo su deseo de compartir la experiencia que está viviendo y los planes para cuando vuelva a su país. No estará interesado en acumular dinero y poder y sí en su opción por la docencia y los críos con problemas. Me encanta lo que me dice y le animo a poner empeño y motivación en el trabajo. Nos despedimos hasta mañana.
Correos, noticias, crónica… y, hasta mañana.
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